Sé que no lo estoy, pero me siento sola muchas veces. Quiero morirme, desaparecer, evaporarme, hacerme cada vez más pequeña hasta que puedan soplar y yo salir volando. No quiero ver cómo mi sombra me sigue, no quiero ver movimiento dentro de mí. No quiero sentirme triste, no quiero sentir nada por nadie, no quiero que alguien me quiera, quiero que todos me odien, quiero estar sola, quiero poder morirme ahora mismo sin remordimientos.
Quiero cortar mis cables sin manchar. Quiero llorar en silencio. Quiero gritar, quiero aullar, quiero romperlo todo y terminar de romperme a mí misma. Y arrojar mis restos al mar. Quiero ser invisible y transparente, quiero coger comida con las manos y aplastarla contra la pared, y sentirme la dueña, la que domina, la que vomita y vomita hasta dejar de existir, vomitarme a mí misma y verme desaparecer por el desagüe. Quiero vivir sin mí y borrar recuerdos, borrarlo todo, no recordarme, que nadie me recuerde.
Quiero no tener miedo, quiero sentirme suficiente, buena, útil. Quiero suspirar y dejarme caer.
"No permitas que el dolor, la tristeza, la soledad, el odio, la inseguridad, el resentimiento, los celos, el rencor, y todo lo que pueda sacar el brillo de tus ojos, destruya la pureza dentro de tu alma."
domingo, 2 de diciembre de 2018
martes, 27 de noviembre de 2018
Cuánto pesa lo que no se nombra.
Voy a publicar un nuevo libro. Tras Sensiblementefuerte me he dado cuenta de lo mucho que me ayuda escribir en todos los sentidos y me gustaría seguir, poco a poco. Me hace una ilusión tremenda que confíen en mí y me publiquen por segunda vez. Para mí Sensiblementefuerte no era un libro, era mi diario, fue muy difícil poder atreverme a que todos lo leyeran pero creo que ha sido mucha la ayuda que he dado y que he recibido. Esta es mi segunda publicación pero la primera en la que escribo con la intención de publicar. Espero que me de muchas alegrías y que lo disfrutéis tanto como yo.
martes, 13 de noviembre de 2018
Martes 13.
Esto es un canto al viento, de corazón intrépido y mirada cruda.
Mi cabeza es un jaleo. En la llanura soy llanto, en la montaña silencio, en el mar soy pequeña, y en la noche sufrimiento.
Yo tengo un grito en los labios que quiere romper la aurora. Un grito que sin querer se desboca donde no existen las horas.
Soy una nube habitada. Se conoce a una persona por la presencia que acumula y la ausencia que deja.
Mi cabeza es un jaleo. En la llanura soy llanto, en la montaña silencio, en el mar soy pequeña, y en la noche sufrimiento.
Yo tengo un grito en los labios que quiere romper la aurora. Un grito que sin querer se desboca donde no existen las horas.
Soy una nube habitada. Se conoce a una persona por la presencia que acumula y la ausencia que deja.
viernes, 2 de noviembre de 2018
Despedida.
Dime algo que no sepa.
Retorno al primer día. Los días como un bucle, suavemente me esperan.
Para enlazar despacio tu cabello
en el aire un instante.
Y la leña que arde en tu figura,
traspasada de besos.
Con tu bufanda gris vas por el frío, conteniendo el invierno.
Regreso al cuenco frágil de tus manos,
y a la infinita queja que es vivir sin tu voz.
Apretujada frente a la luna, siento ahora el hechizo.
Si no te encuentro, será un aliento extraviado.
Nací, siendo sin mar sirena.
Extravié la rueca donde tejer los días,
en tu leve mirada, cuánta noche retenían tus párpados confusos.
Consumidos de luna repentina, dos palmeras gemelas tus pestañas.
Has emigrado a las estrellas y la lluvia se ha ido,
a clavar alfileres en tu pecho de piedra.
Retorno al primer día. Los días como un bucle, suavemente me esperan.
Para enlazar despacio tu cabello
en el aire un instante.
Y la leña que arde en tu figura,
traspasada de besos.
Con tu bufanda gris vas por el frío, conteniendo el invierno.
Regreso al cuenco frágil de tus manos,
y a la infinita queja que es vivir sin tu voz.
Apretujada frente a la luna, siento ahora el hechizo.
Si no te encuentro, será un aliento extraviado.
Nací, siendo sin mar sirena.
Extravié la rueca donde tejer los días,
en tu leve mirada, cuánta noche retenían tus párpados confusos.
Consumidos de luna repentina, dos palmeras gemelas tus pestañas.
Has emigrado a las estrellas y la lluvia se ha ido,
a clavar alfileres en tu pecho de piedra.
jueves, 1 de noviembre de 2018
He visto.
He visto cómo te deslizas en los trenes y terminas tus días acurrucada en un rincón, lleno de polvo y lleno de nada.
He visto cómo te atreves a posar tus pies en la tierra y miras hacia delante, y caminas abrumada, en medio de la niebla que se te cuela hacia dentro.
He visto cómo retumban tus rugidos y tu corazón entona con las gotas de lluvia, monótonas, insistentes, sin sentido.
Sé que no sabes lo que es estar despierta. Cierras los ojos y te deseas invisible.
Te he visto callada y testaruda, clavada en esa silla con los ojos fijos, embobada, embotellada. No sé lo que piensas cuando parece que no piensas.
Evito mirarte cuando sé, que todo lo que te ocupa es maldecir tu existencia.
Sé que aprietas los puños y controlas tus párpados cuando sientes que tu marea sube, y que quieres huir y no sabes de qué.
He visto cómo acaricias y cómo te burlas de la madera que cruje tras de ti, que intenta imitar a tus entrañas, y qué barbaridad y qué imposibilidad.
He visto cómo te abrazas a ti misma y te miras al espejo, y no te reconoces.
Purpúrea,retrocedes, borras, interrumpes, desapareces como el humo en el aire.
¿Cómo puedes morir tan despiadadamente?
He visto cómo te atreves a posar tus pies en la tierra y miras hacia delante, y caminas abrumada, en medio de la niebla que se te cuela hacia dentro.
He visto cómo retumban tus rugidos y tu corazón entona con las gotas de lluvia, monótonas, insistentes, sin sentido.
Sé que no sabes lo que es estar despierta. Cierras los ojos y te deseas invisible.
Te he visto callada y testaruda, clavada en esa silla con los ojos fijos, embobada, embotellada. No sé lo que piensas cuando parece que no piensas.
Evito mirarte cuando sé, que todo lo que te ocupa es maldecir tu existencia.
Sé que aprietas los puños y controlas tus párpados cuando sientes que tu marea sube, y que quieres huir y no sabes de qué.
He visto cómo acaricias y cómo te burlas de la madera que cruje tras de ti, que intenta imitar a tus entrañas, y qué barbaridad y qué imposibilidad.
He visto cómo te abrazas a ti misma y te miras al espejo, y no te reconoces.
Purpúrea,retrocedes, borras, interrumpes, desapareces como el humo en el aire.
¿Cómo puedes morir tan despiadadamente?
domingo, 28 de octubre de 2018
Ella te puede matar con su sonrisa,
ella puede herirte con sus ojos.
Ella puede arruinar tu fe con mentiras casuales,
y solo revelará lo que quiere que tú veas.
Ella te puede conducir al amor,
ella puede tomarte o dejarte,
ella puede preguntarte por la verdad,
pero ella nunca te creerá.
Y ella tomará todo lo que le ofrezcas, siempre y cuando sin condiciones.
Ella roba como un ladrón.
Ella cuida de sí misma,
ella puede esperar si así lo desea,
ella nunca se agota, nunca cede, simplemente cambia de parecer.
Ella te prometerá más,
que el jardín del Edén.
Y luego, sin importarle te cortará,
y se reirá mientras te desangras.
Pero ella puede sacar lo mejor y lo peor de tu ser,
échate toda la culpa a ti porque ella simplemente así.
Es frecuentemente tierna, y de repente cruel.
Ella hace lo que quiere, no es de nadie.
No puede ser condenada, se ganó su lugar,
y lo que máximo que hará es lanzar sombras hacia ti.
ella puede herirte con sus ojos.
Ella puede arruinar tu fe con mentiras casuales,
y solo revelará lo que quiere que tú veas.
Ella te puede conducir al amor,
ella puede tomarte o dejarte,
ella puede preguntarte por la verdad,
pero ella nunca te creerá.
Y ella tomará todo lo que le ofrezcas, siempre y cuando sin condiciones.
Ella roba como un ladrón.
Ella cuida de sí misma,
ella puede esperar si así lo desea,
ella nunca se agota, nunca cede, simplemente cambia de parecer.
Ella te prometerá más,
que el jardín del Edén.
Y luego, sin importarle te cortará,
y se reirá mientras te desangras.
Pero ella puede sacar lo mejor y lo peor de tu ser,
échate toda la culpa a ti porque ella simplemente así.
Es frecuentemente tierna, y de repente cruel.
Ella hace lo que quiere, no es de nadie.
No puede ser condenada, se ganó su lugar,
y lo que máximo que hará es lanzar sombras hacia ti.
sábado, 27 de octubre de 2018
Hoy me he despertado y las ganas de escribir y vomitar un poco todo, me han ganado. Me estoy cuestionando muchas cosas. No sé para qué sirve muchas cosas de las que hago, siento que todo es inútil y que no valdré. Me siento como desamparada en muchos aspectos, sin ese apoyo específico que muchas veces necesito, esa seguridad. Últimamente estoy haciendo cambios bruscos en cuanto a mi alimentación y me da miedo. No sé si voy a poder controlar la situación, y me frustra. Siento que soy un problema para todos, una carga que no hay porqué soportar.
Muchas veces no sé cómo calmarme cuando todo se me viene encima, y me creo la peor persona del mundo. Me siento siempre diferente y estoy harta de eso. Siempre creo que no voy a poder hacer las cosas, que no soy suficiente para nada ni nadie, y quiero poder morir un poco. No me gusta ser como soy, me gustaría ser normal y tener una vida más normal, sin muchas de las preocupaciones que tengo. A veces me ahogan tanto que me olvido de cómo respirar. Me parto en mil cada día y me reconstruyo para el siguiente.
Muchas veces no sé cómo calmarme cuando todo se me viene encima, y me creo la peor persona del mundo. Me siento siempre diferente y estoy harta de eso. Siempre creo que no voy a poder hacer las cosas, que no soy suficiente para nada ni nadie, y quiero poder morir un poco. No me gusta ser como soy, me gustaría ser normal y tener una vida más normal, sin muchas de las preocupaciones que tengo. A veces me ahogan tanto que me olvido de cómo respirar. Me parto en mil cada día y me reconstruyo para el siguiente.
viernes, 12 de octubre de 2018
Te recuerdo.
Me he querido morir. He intentado matarme. He estado
consumida literalmente. He dejado de comer y he querido que hasta mis huesos
desaparecieran. Me quería tan poco, que quería borrarme por completo. Lo peor
es que lo único que me frenaba para no morir era el sufrimiento de los demás,
nunca el mío propio. He estado completamente sola. Me he luchado, me he herido,
he visto mi sangre y me he sentido feliz. Me he dañado, me he lamido las
heridas, pero nunca me pido perdón. Nunca paran los pensamientos. Nunca paro de
cuestionarme por qué sigo aquí. Me miraban como a una causa perdida, me
mandaban mucha medicación y nunca olvidaré cuando guardaba las pastillas para
un día, tomarme cincuenta de golpe. Ese día, todas las miradas iban hacia mí.
Fue lo más cerca que he estado del infierno.
Recuerdo muchos golpes. No quiero volver a ser una niña porque
no quiero volver a vivir lo que viví.
Y esta noche me acuerdo mucho de él.
Tenía depresión como yo. Cuando él estaba mal, me llamaba, yo salía a la puerta
de casa y ahí estaba, esperando en su coche. Yo me subía y nos íbamos a las
afueras, donde no había nadie. Y nos quedábamos horas hablando en su coche, de
nosotros, de lo que nos pasaba, de que nos queríamos morir, de que no podíamos
más. Una mañana de enero me dijeron que se había suicidado la noche anterior.
No lloré. Al principio no lloré. No creo que estuviera en shock. Sentí de todo
cuando me lo dijeron. Sentí miedo, sentí envidia porque podría haber sido yo.
Sentí mucha rabia, porque no me dijo absolutamente nada. Esa noche no me pidió
ayuda. Y esa noche me dejó, y juro que yo sabía que me suicidaría después.
Cuando vi su cuerpo, su cara en el tanatorio. Cuando me paré frente a él, no
lloré. Estuve contemplando su cara mucho tiempo. No podía pensar. Salí del
tanatorio cuando se llevaban el ataúd. Yo estaba en la acera y vi a la gente
caminar, vi a los coches moverse, vi a los pájaros volar, vi a los niños
sonreír, vi a mi familia hablar, lo vi todo, todo en movimiento todo viviendo
como si no pasara nada. Todos decían que había sido un cobarde y a mí me ardía
el alma por dentro porque yo entendía a ese cobarde. Exploté, lloré como nunca.
Lloré y nunca habré deseado tanto una última conversación.
No le pido volver. Solo me faltará siempre una despedida.
lunes, 18 de junio de 2018
A veces no puedo moverme y me agobio. Parece que mis pies echan raíces y no quieren arrancar. Hay días grises teñidos de lluvia que me asaltan de dudas, que me trepan y ensanchan todas mis cicatrices; y las abren y las queman.
Siento que todo se retuerce dentro de mí y ya no hay un nudo, hay muchos nudos que no dejan al aire vivir en paz.
Crisis. Siento miedo y creo que alguien me hará mucho daño. Y no tengo otra solución (por ahora), que la de tumbarme en la cama, hacerme una bolita y aislarme de todo hasta que pase.
jueves, 14 de junio de 2018
Tarea de psicólogo.
El psicólogo me ha mandado dos tareas, así que voy a hacerlas aquí porque me siento mucho más cómoda en el lugar donde siempre he escrito.
La primera es sobre la comida, tengo que poner los hábitos que tenía antes, mis pensamientos.
Tenía que preguntar o saber con certeza qué es lo que se iba a comer en mi casa al día siguiente, el modo de hacerlo, los ingredientes que llevaría... Así yo estaba todo el día planeando cómo comerlo, cantidades e incluso buscando una excusa bien planeada para no comer si se trataba de algo no apto. Si comía, ponía muy poca cantidad en mis platos, lo extendía todo para que pareciese más cantidad y comía muy despacio, así las personas siempre me verían comiendo. Miraba muchísimos trucos para no comer en Internet, y muchos de ellos me servían, otros no. Bebía mucha agua antes, durante y después de las comidas, muchas veces en forma de té para que no se notara tanto. Hubo una época en la que en la única comida en la que comía con mi familia, después de comer iba inmediata y directamente al baño. Yo tenía ahí todo preparado, me levantaba de la mesa la primera para que todos siguieran comiendo entretenidos mientras yo hacía lo mío. Cerraba la puerta con cerrojo, me hacía una coleta, ningún pelo quedaba suelto, cortaba trozos de papel para limpiar después y los ponía al lado del váter. Algunos días abría el agua de la ducha pero la mayoría de veces tenía ya mi radio preparada y ponía música a todo volumen. Vomitaba y vomitaba hasta sentirme totalmente vacía. Después salía como si nada hubiera pasado.
No sé por qué esa época pasó, seguía vomitando todos los días varias veces pero en bolsas de basura en mi habitación, las guardaba, las pesaba para ver lo que había sacado de mí, y cada mañana de camino al instituto las tiraba a un contenedor. Todas las mañanas salía con varias bolsas de basura en la mano. Me encantaba cuando pesaban mucho y tenía que tensar los brazos.
En clase y en todos los sitios no hacía otra cosa que pensar en comida y en mi cuerpo. En los recreos me iba sola a la calle porque odiaba ver a todo el mundo comer, y oler a comida y verlos masticar. Me mareaba muchísimo en clase, y en casa, me levantaba de la silla y si no lo hacía muy despacio, tenía que volver a sentarme porque mi vista se nublaba. Varias veces me caí inconsciente al suelo, lo peor era cuando me pasaba en clase porque luego me despertaba y todo el mundo estaba cogiéndome a mi alrededor. En casa muchas noches me levantaba, me mareaba y no tenía tiempo de llegar a la cama, muchas veces me despertaba de noche tirada en el suelo. Nadie lo sabía.
Intentaba comer siempre de pie o moviéndome. Puse en mi habitación una bicicleta eléctrica para hacer ejercicio. Me dediqué a unir muchos folios y tumbarme encima para pintar mi silueta con rotulador permanente, lo hacía una vez cada dos meses y luego comparaba.Me pesaba cada día, una vez al acostarme y otra al despertarme. Apuntaba todos los números, me importaban muchísimo no solo los kilos subidos o bajados sino los gramos. Me medía los brazos, las muñecas, los muslos, el cuello, la cadera y la cintura y también lo apuntaba. El día que los números no bajaban intentaba hacer ayuno total, no comía absolutamente nada. Otras veces me preparaba un plato de algo que me gustara, me lo metía en la boca, lo masticaba y saboreaba y luego lo escupía. Tenía que tener siempre chicles en el bolso para masticar continuamente. Cuando mis tripas sonaban sentía una sensación de placer inmensa, siempre pensaba que si las tripas rugían eran aplausos de mí misma para mí misma, por estar haciéndolo bien. Me ponía boca arriba en la cama y muchas mañanas le sacaba fotos a mi tripa, comparaba, si los huesos no se marcaban ese día me sentía la peor persona del mundo. Cuando estaba en la cama tenía las manos siempre en la tripa, me encantaba sentir los huesos y tocarlos. Soñaba muchísimo conmigo misma. En sueños yo devoraba todo lo que había a mi alcance, soñaba muchísimas veces conmigo misma como una niña salvaje que comía muchísima comida y muy rápido con las manos y en el suelo. Solo soñaba eso. Y con mesas gigantes llenas de comida. Evitaba quedar o salir de casa porque eso por regla general significaba comida. No salía a ningún sitio prácticamente ni tenía ganas. Muchas veces me iba de casa y le decía a mi madre que había quedado con una amiga a comer o a tomar algo, y estaba unas horas sentada en algún banco de la calle, cuando pasaba la hora de comer volvía a casa y decía lo que había comido en algún sitio.
Me encantaba cocinar, sobretodo dulces, postres, hacía creo que casi todas las semanas bizcochos, tartas... Pero yo nunca probaba, lo que me gustaba de eso era ver cómo la gente se lo comía.
En un mes adelgacé 13 kilos. A partir de ahí todo fue cuesta abajo, también el peso.
Me salieron de tanto vomitar unas marcas en la mano derecha, como una herida, que la sigo teniendo aún. Creo que se quedará siempre, es como un punto rojo en el dedo índice, siempre apoyaba los dientes ahí cuando vomitaba. Me asustaba mucho ir a psicólogos pero recuerdo a una mujer nueva que fui con mi madre, fue muy clara. Le preguntó a mi madre "¿No ves lo delgada que está?" Mi madre parecía que no se daba cuenta. Y luego la psicóloga dijjo "Esta niña tendría que estar ingresada". Fue como una bomba, me quedé totalmente paralizada. Estaba sola, me sentía sola, no tenía a nadie para contarle mis cosas y si lo hubiera tenido tampoco lo hubiera hecho. Tenía mucho miedo porque no sabía lo que me pasaba. Contaba los granos de arroz de mi plato, el número de cereales, el número de macarrones, contaba absolutamente todo lo que estaba en mi plato.
Cuando iba por la calle miraba a todas las chicas que se cruzaban por mi camino, las comparaba conmigo y todas eran mejores. Si pasaba por delante de algún escaparate caminaba más rápido, no quería verme. Tengo un espejo en mi habitación y al vestirme o desvestirme siempre le ponía una toalla encima.
En las comidas familiares echaba toda la comida a una servilleta. Me veía obesa, pensaba que mis huesos estaban gordos, quería adelgazar mis huesos. Una vez estábamos en clase de educación física en el instituto y el profesor dijo que necesitaban a alguien que pesara poco para hacer una figura acrobática. Creo que nunca se me va a borrar de la mente la imagen en la que toda la clase se giró hacia mí y yo me puse a gritar. Pensaba que me estaban vacilando, que se estaban riendo en mi cara.
La gente me miraba de arriba a abajo como si fuera un muerto viviente.
Dejé ballet, lo que más quería, porque simplemente no era capaz de mirarme al espejo. Bailaba y me sentía como una foca, sentía que estaba haciendo el ridículo. Me saqué mi título de ballet con muchísimo esfuerzo porque la profesora me obligó, me decía que era muy buena. Recuerdo que al entrar a los exámenes oficiales de ballet me ponía a llorar en la puerta. Mi profesora me abrazaba y yo no sé cómo lo hice para terminar el grado.
Me daba mucho miedo comer, literalmente miedo y lo pasaba muy mal cuando alguien me transmitía presión por comer.
Creo que me he explicado bien y no he dejado nada por contar.
La primera es sobre la comida, tengo que poner los hábitos que tenía antes, mis pensamientos.
Tenía que preguntar o saber con certeza qué es lo que se iba a comer en mi casa al día siguiente, el modo de hacerlo, los ingredientes que llevaría... Así yo estaba todo el día planeando cómo comerlo, cantidades e incluso buscando una excusa bien planeada para no comer si se trataba de algo no apto. Si comía, ponía muy poca cantidad en mis platos, lo extendía todo para que pareciese más cantidad y comía muy despacio, así las personas siempre me verían comiendo. Miraba muchísimos trucos para no comer en Internet, y muchos de ellos me servían, otros no. Bebía mucha agua antes, durante y después de las comidas, muchas veces en forma de té para que no se notara tanto. Hubo una época en la que en la única comida en la que comía con mi familia, después de comer iba inmediata y directamente al baño. Yo tenía ahí todo preparado, me levantaba de la mesa la primera para que todos siguieran comiendo entretenidos mientras yo hacía lo mío. Cerraba la puerta con cerrojo, me hacía una coleta, ningún pelo quedaba suelto, cortaba trozos de papel para limpiar después y los ponía al lado del váter. Algunos días abría el agua de la ducha pero la mayoría de veces tenía ya mi radio preparada y ponía música a todo volumen. Vomitaba y vomitaba hasta sentirme totalmente vacía. Después salía como si nada hubiera pasado.
No sé por qué esa época pasó, seguía vomitando todos los días varias veces pero en bolsas de basura en mi habitación, las guardaba, las pesaba para ver lo que había sacado de mí, y cada mañana de camino al instituto las tiraba a un contenedor. Todas las mañanas salía con varias bolsas de basura en la mano. Me encantaba cuando pesaban mucho y tenía que tensar los brazos.
En clase y en todos los sitios no hacía otra cosa que pensar en comida y en mi cuerpo. En los recreos me iba sola a la calle porque odiaba ver a todo el mundo comer, y oler a comida y verlos masticar. Me mareaba muchísimo en clase, y en casa, me levantaba de la silla y si no lo hacía muy despacio, tenía que volver a sentarme porque mi vista se nublaba. Varias veces me caí inconsciente al suelo, lo peor era cuando me pasaba en clase porque luego me despertaba y todo el mundo estaba cogiéndome a mi alrededor. En casa muchas noches me levantaba, me mareaba y no tenía tiempo de llegar a la cama, muchas veces me despertaba de noche tirada en el suelo. Nadie lo sabía.
Intentaba comer siempre de pie o moviéndome. Puse en mi habitación una bicicleta eléctrica para hacer ejercicio. Me dediqué a unir muchos folios y tumbarme encima para pintar mi silueta con rotulador permanente, lo hacía una vez cada dos meses y luego comparaba.Me pesaba cada día, una vez al acostarme y otra al despertarme. Apuntaba todos los números, me importaban muchísimo no solo los kilos subidos o bajados sino los gramos. Me medía los brazos, las muñecas, los muslos, el cuello, la cadera y la cintura y también lo apuntaba. El día que los números no bajaban intentaba hacer ayuno total, no comía absolutamente nada. Otras veces me preparaba un plato de algo que me gustara, me lo metía en la boca, lo masticaba y saboreaba y luego lo escupía. Tenía que tener siempre chicles en el bolso para masticar continuamente. Cuando mis tripas sonaban sentía una sensación de placer inmensa, siempre pensaba que si las tripas rugían eran aplausos de mí misma para mí misma, por estar haciéndolo bien. Me ponía boca arriba en la cama y muchas mañanas le sacaba fotos a mi tripa, comparaba, si los huesos no se marcaban ese día me sentía la peor persona del mundo. Cuando estaba en la cama tenía las manos siempre en la tripa, me encantaba sentir los huesos y tocarlos. Soñaba muchísimo conmigo misma. En sueños yo devoraba todo lo que había a mi alcance, soñaba muchísimas veces conmigo misma como una niña salvaje que comía muchísima comida y muy rápido con las manos y en el suelo. Solo soñaba eso. Y con mesas gigantes llenas de comida. Evitaba quedar o salir de casa porque eso por regla general significaba comida. No salía a ningún sitio prácticamente ni tenía ganas. Muchas veces me iba de casa y le decía a mi madre que había quedado con una amiga a comer o a tomar algo, y estaba unas horas sentada en algún banco de la calle, cuando pasaba la hora de comer volvía a casa y decía lo que había comido en algún sitio.
Me encantaba cocinar, sobretodo dulces, postres, hacía creo que casi todas las semanas bizcochos, tartas... Pero yo nunca probaba, lo que me gustaba de eso era ver cómo la gente se lo comía.
En un mes adelgacé 13 kilos. A partir de ahí todo fue cuesta abajo, también el peso.
Me salieron de tanto vomitar unas marcas en la mano derecha, como una herida, que la sigo teniendo aún. Creo que se quedará siempre, es como un punto rojo en el dedo índice, siempre apoyaba los dientes ahí cuando vomitaba. Me asustaba mucho ir a psicólogos pero recuerdo a una mujer nueva que fui con mi madre, fue muy clara. Le preguntó a mi madre "¿No ves lo delgada que está?" Mi madre parecía que no se daba cuenta. Y luego la psicóloga dijjo "Esta niña tendría que estar ingresada". Fue como una bomba, me quedé totalmente paralizada. Estaba sola, me sentía sola, no tenía a nadie para contarle mis cosas y si lo hubiera tenido tampoco lo hubiera hecho. Tenía mucho miedo porque no sabía lo que me pasaba. Contaba los granos de arroz de mi plato, el número de cereales, el número de macarrones, contaba absolutamente todo lo que estaba en mi plato.
Cuando iba por la calle miraba a todas las chicas que se cruzaban por mi camino, las comparaba conmigo y todas eran mejores. Si pasaba por delante de algún escaparate caminaba más rápido, no quería verme. Tengo un espejo en mi habitación y al vestirme o desvestirme siempre le ponía una toalla encima.
En las comidas familiares echaba toda la comida a una servilleta. Me veía obesa, pensaba que mis huesos estaban gordos, quería adelgazar mis huesos. Una vez estábamos en clase de educación física en el instituto y el profesor dijo que necesitaban a alguien que pesara poco para hacer una figura acrobática. Creo que nunca se me va a borrar de la mente la imagen en la que toda la clase se giró hacia mí y yo me puse a gritar. Pensaba que me estaban vacilando, que se estaban riendo en mi cara.
La gente me miraba de arriba a abajo como si fuera un muerto viviente.
Dejé ballet, lo que más quería, porque simplemente no era capaz de mirarme al espejo. Bailaba y me sentía como una foca, sentía que estaba haciendo el ridículo. Me saqué mi título de ballet con muchísimo esfuerzo porque la profesora me obligó, me decía que era muy buena. Recuerdo que al entrar a los exámenes oficiales de ballet me ponía a llorar en la puerta. Mi profesora me abrazaba y yo no sé cómo lo hice para terminar el grado.
Me daba mucho miedo comer, literalmente miedo y lo pasaba muy mal cuando alguien me transmitía presión por comer.
Creo que me he explicado bien y no he dejado nada por contar.
lunes, 4 de junio de 2018
Mar.
Pieles tersas contaminan el aura que nos soporta, cicatrices marcas raspan la inocencia, son rasguños de paz que han gritado guerras, ya dormidas.
Tenues escenarios que apagaron sus luces, pasillos borrachos de ruido que se callan ante la ausencia. Vacío muerto que ya no guarda en sus grietas ningún eco de voces pasadas. Todo caducado, todo acabado.
Palabras en el aire diluidas en el viento, enterradas en olvido, marchitas en las conciencias, reducidas a una mota de polvo, de todo aquello que fue.
Pareces delirar y no me he dado cuenta hasta que no he visto las paredes ensangrentadas y los suelos encharcados de mucha sal, para tan poco mar. Tampoco amar fue suficiente.
Tenues escenarios que apagaron sus luces, pasillos borrachos de ruido que se callan ante la ausencia. Vacío muerto que ya no guarda en sus grietas ningún eco de voces pasadas. Todo caducado, todo acabado.
Palabras en el aire diluidas en el viento, enterradas en olvido, marchitas en las conciencias, reducidas a una mota de polvo, de todo aquello que fue.
Pareces delirar y no me he dado cuenta hasta que no he visto las paredes ensangrentadas y los suelos encharcados de mucha sal, para tan poco mar. Tampoco amar fue suficiente.
miércoles, 23 de mayo de 2018
No quiero que nadie me felicite porque no quiero que nadie me lo recuerde.
Exactamente en treinta y dos minutos desde que estoy escribiendo estas palabras, es mi cumpleaños. Cumplo 20 años, y siento vértigo.
No quiero que sea mi cumpleaños, tengo asociado a este día mucho sufrimiento. Cada año pasado que he sumado un año más, simplemente quería morirme, ansiaba morirme. Esta vez también, pero menos, no lo he pensado tan intensamente, ha habido momentos en los que un atisbo de ilusión ha tocado mi puerta, pero aún no sé si abrir, es una completa extraña.
Ha sido un año increíble, he vivido, he reído y he podido sentirme algo más querida, aunque no sé por qué.
En realidad, y para sincerarme totalmente, estoy escribiendo ahora mismo porque me muero de miedo, estoy aterrorizada, quiero un abrazo, o un balazo. Soy repetitiva pero necesito decirlo. Tengo mucho miedo. Estoy escuchando la canción "Smother", de Daughter, y creo que la letra no puede acompañar más a lo que siento. Creo que ahora mismo me parezco mucho a una columna de piedra. Tengo en mi mente (no sé por qué), la imagen de un gato parto con las uñas bien afiladas, rallando y rallando sin descanso la pared de una columna. Desgastándola y dejando marca de los arañados.
A veces soy demasiado oscura pero no puedo evitarlo, lo he intentado.
Solo quiero de alguna manera felicitarme a mí misma con estas palabras. No es pretencioso, es desastroso. Y necesario.
Me felicito por seguir aquí cuando ni yo misma creía en ello. Me felicito por sobrevivir, por sobrevivir a mí. Por sobreponerme a mi caída sin paracaídas constante, por fingir sonrisas y creérmelas, y salir a flote siempre. Me felicito porque creo que esta vez, soy más que nunca sensiblementefuete, no fuertementesensible. Creo que esta vez predomina la fortaleza. Y estoy orgullosa de mí, aunque no me lo crea o mañana decida borrar estas últimas palabras en este texto. Podré borrarlas, pero hoy se quedan así. (Si lees esto después del 24 de mayo, sonríe, Cristina no borró sus palabras).
No quiero que sea mi cumpleaños, tengo asociado a este día mucho sufrimiento. Cada año pasado que he sumado un año más, simplemente quería morirme, ansiaba morirme. Esta vez también, pero menos, no lo he pensado tan intensamente, ha habido momentos en los que un atisbo de ilusión ha tocado mi puerta, pero aún no sé si abrir, es una completa extraña.
Ha sido un año increíble, he vivido, he reído y he podido sentirme algo más querida, aunque no sé por qué.
En realidad, y para sincerarme totalmente, estoy escribiendo ahora mismo porque me muero de miedo, estoy aterrorizada, quiero un abrazo, o un balazo. Soy repetitiva pero necesito decirlo. Tengo mucho miedo. Estoy escuchando la canción "Smother", de Daughter, y creo que la letra no puede acompañar más a lo que siento. Creo que ahora mismo me parezco mucho a una columna de piedra. Tengo en mi mente (no sé por qué), la imagen de un gato parto con las uñas bien afiladas, rallando y rallando sin descanso la pared de una columna. Desgastándola y dejando marca de los arañados.
A veces soy demasiado oscura pero no puedo evitarlo, lo he intentado.
Solo quiero de alguna manera felicitarme a mí misma con estas palabras. No es pretencioso, es desastroso. Y necesario.
Me felicito por seguir aquí cuando ni yo misma creía en ello. Me felicito por sobrevivir, por sobrevivir a mí. Por sobreponerme a mi caída sin paracaídas constante, por fingir sonrisas y creérmelas, y salir a flote siempre. Me felicito porque creo que esta vez, soy más que nunca sensiblementefuete, no fuertementesensible. Creo que esta vez predomina la fortaleza. Y estoy orgullosa de mí, aunque no me lo crea o mañana decida borrar estas últimas palabras en este texto. Podré borrarlas, pero hoy se quedan así. (Si lees esto después del 24 de mayo, sonríe, Cristina no borró sus palabras).
domingo, 13 de mayo de 2018
No tenía hermana mayor pero ahora sí.
Te hablé y ni sé por qué, pero lo volvería a hacer durante toda una vida. Hemos hablado como si nos conociésemos de siempre, y esa es la magia que tienes, que lo haces todo muy fácil, y eres auténtica por naturaleza. Hemos reído y me has entendido, nos hemos llorado y calmado, y no sé cómo lo haces pero sé que puedo confiar mucho e ti, como tú dices, sé que puedo desnudarme contigo en el significado que tú le pusiste a la palabra.
Sabes cómo me siento sin tener que preguntarme y tienes el don de hacerme reír cuando nunca nadie lo había hecho en situaciones tan complicadas. Haces que me olvide del miedo y sepa que soy más fuerte de lo que creo. Pero me da tanta rabia que no te quieras como yo te quiero... Eres un huracán que a veces no se controla pero tienes dentro de ti todo lo que necesitas para ser feliz, te sientes insignificante muchas veces y hasta cuestionas si deberías o no estar aquí. Ya te digo yo que sí, me duele lo que a ti te duela y para mí ya eres imprescindible.. Ya te necesito, y no lo entiendo, no suelo necesitar a las personas, voy siempre a mi rollo.
Eres tan valiosa y me aportas tanto... que no tengo palabras para agradecerte que estés en mi vida.
Te quiero.
miércoles, 18 de abril de 2018
No.
Necesito explotar y llorar y llorar y llorar y llorar y abrazar y abrazar y no salir de ahí.
Me siento sola, y esta noche he vuelto a querer morirme. Y no sé por qué, ya no sé nada.
Solo quiero escapar de mí, y ser otra y verme desde otra parte, de lejos, de fondo, sin saber quien es esa chica del pelo rojo que va por esa calle caminando.
Miro hacia atrás y no recuerdo ya ni cómo ni cuando empecé a estar así. Miro y creo que llevo más tiempo de vida estando mal que bien. Miro y ya no sé qué era ser yo. No me recuerdo.
Me siento sola, y esta noche he vuelto a querer morirme. Y no sé por qué, ya no sé nada.
Solo quiero escapar de mí, y ser otra y verme desde otra parte, de lejos, de fondo, sin saber quien es esa chica del pelo rojo que va por esa calle caminando.
Miro hacia atrás y no recuerdo ya ni cómo ni cuando empecé a estar así. Miro y creo que llevo más tiempo de vida estando mal que bien. Miro y ya no sé qué era ser yo. No me recuerdo.
Querer.
Las vidas de los demás corren y corren a mi alrededor y siento la mía vacía.
No tengo los problemas de la gente de mi edad y eso no me calma, me inquieta y me asusta. Quiero hablar y hablar sobre problemas en la facultad, problemas con un chico que me guste, o con chicos que me gusten. Quiero hablar de la fiesta de ayer, quiero emborracharme sin miedo. Quiero salir y ponerme lo primero que encuentre sin sentirme gorda, sin sentir pena por los que me tienen que ver por la calle. Quiero improvisar, gritar, discutir sin argumentos, salir de casa y no volver.
Quiero hablar de lo que comí el otro día, de que comí como una gorda, o comer dulces delante de la gente. Quiero hacer todo lo que hacen los de mi edad, hablar como ellos.
Quiero ir de compras con mis amigas y no ir para no comprar nada. Quiero ir de compras y atreverme a entrar a los probadores, ver y que vean mi cuerpo. Que si algo no es mi talla voy a por otra y punto. Quiero ir a tomar algo y tomar algo.
Quiero decir que sí, que sí, que sí. Y no sentirme insuficiente. Quiero llegar tarde a las citas, olvidarme de algo, no regalar, que me regalen. Quiero dejar de dar por dar. Quiero no sentir que soy insuficiente y que si no doy no valgo nada.
Quiero que alguien de más, quiero sentirme querida.Quiero que alguien acuda a mí para hablar, que se confíe.
No quiero sentirme como me siento siempre. Parece que estoy mirándoles a través de un cristal, viendo todo lo que hacen todo lo que dicen, y siempre me parecen tonterías, siempre parece que los problemas graves son los míos. Quiero llorar por un examen, irme a comer sin discutirlo antes conmigo misma. Salir de fiesta sola y reírme de verdad. Quiero sentir mariposas o cuervos, prisas, caos, nervios, efervescencia. Quiero sentir que es mi momento, y necesito un salto, al vacío que estará lleno de algodón para que no duela. Quiero estar bien, estar para mí.
Quiero quedarme sola en casa y no sentirme feliz por poder hacerme daño sin control. Quiero quedarme sola en casa y cuidarme y disfrutarme.
Quiero abrir los ojos y vivir,, y tirar el bolso para siempre, y dejar el peso atrás, y no llevar medicación, y no ser lo que soy ni tener lo que tengo.
Quiero sentir dolor de tanto reír, quiero que no me ardan los ojos por las mañanas.
Quiero y quiero y quiero.
Me quiero tan poco y me da tanta vergüenza escribir esto... Soy diferente y debería alegrarme por ello. Pero estoy escribiendo deseando ser como los demás. Y yo me entiendo, pero no. Porque... ¿De verdad me quiero tan poco como para no valorar lo que soy y querer ser como todo el mundo? ¿Quiero no ser yo?
domingo, 8 de abril de 2018
Me viste nacer y crecer, me viste caer y ahí estabas tú, a la altura de mis ojos en el suelo, animándome a seguir. Me equivoqué y me equivoqué mucho, pero tú seguías caminando a mi lado, sin importar lo que hubiera hecho. Me lamías la cara al llorar y tus ojos, son los únicos que hasta ahora en mi vida han tenido el poder de decirme todo lo que necesitaba sin palabras.
Me contagiabas tu alegría corriendo de un lado a otro sin mirar atrás, nunca mirabas atrás. Admitías reproches y regaños aunque a veces no te los merecieras, te tragabas malas caras y aun así te sentabas a mi lado sin esperar nada a cambio.
Tuviste que ver cómo tu familia se rompía, y cómo tu hermana pequeña se hacía daño, y no podías hacer nada. Tuviste que ver tantas cosas...
Gracias por no dejarme nunca sola, por estar conmigo hasta tu último suspiro.
Me contagiabas tu alegría corriendo de un lado a otro sin mirar atrás, nunca mirabas atrás. Admitías reproches y regaños aunque a veces no te los merecieras, te tragabas malas caras y aun así te sentabas a mi lado sin esperar nada a cambio.
Tuviste que ver cómo tu familia se rompía, y cómo tu hermana pequeña se hacía daño, y no podías hacer nada. Tuviste que ver tantas cosas...
Gracias por no dejarme nunca sola, por estar conmigo hasta tu último suspiro.
Espera.
Muchas veces me quedo mirando a la nada, sintiéndome vacía por dentro, totalmente apática y desinteresada por lo que pasa a mi alrededor. Ahí es cuando me doy cuenta de que quiero despedirme de todo.
Quiero decirle adiós a los portazos, a las miradas, a las pisadas por las calles, al hablar, al sonreír, al llorar, al dormir, al meterme en la cama y hacer como que no existo. Quiero despedirme del cielo, del sol y de la luna, de mi cuerpo, de las personas, del despertar, del comer, de llegar a casa y sentirme desprotegida, de salir y sentirme protegida.
Quiero decir adiós a las creencias, las iglesias, las escuelas, el barullo, el silencio, la nostalgia, la incertidumbre, los olores, las flores, el agua, los mares, la tierra, los suspiros.
No sé a qué estoy esperando para dejar de esperar.
No sé a qué estoy esperando para dejar de sentir.
sábado, 10 de marzo de 2018
Certeza.
Nunca soy la primera opción para nadie.
Para mí siempre hay alguien en quien pienso primero. En mí nadie piensa primero.
Me despierto con ganas de morirme, me tomo la pastilla que se supone que me hace feliz, pero hoy no ha hecho tanto efecto. Nadie me ofrece su pecho para descansar. Nadie me ofrece su pecho como refugio, nadie me pide mi cariño, nadie me necesita.
Podría irme sin dejar secuelas importantes, y no pasaría nada. Hay días en los que estoy eufórica y todo es genial, y estoy feliz, y mi vida me gusta. Pero otros días me despierto en el fondo de un pozo y nadie me lanza una cuerda para poder salir.
Me da miedo porque a veces tengo la certeza de que voy a morir pronto. Y no quiero saber eso, pero a la vez me muero por saber cuándo me voy a morir.
Para mí siempre hay alguien en quien pienso primero. En mí nadie piensa primero.
Me despierto con ganas de morirme, me tomo la pastilla que se supone que me hace feliz, pero hoy no ha hecho tanto efecto. Nadie me ofrece su pecho para descansar. Nadie me ofrece su pecho como refugio, nadie me pide mi cariño, nadie me necesita.
Podría irme sin dejar secuelas importantes, y no pasaría nada. Hay días en los que estoy eufórica y todo es genial, y estoy feliz, y mi vida me gusta. Pero otros días me despierto en el fondo de un pozo y nadie me lanza una cuerda para poder salir.
Me da miedo porque a veces tengo la certeza de que voy a morir pronto. Y no quiero saber eso, pero a la vez me muero por saber cuándo me voy a morir.
lunes, 5 de marzo de 2018
El gran vaso de limonada.
Una tarde estrepitosa, el cielo llora y no sé qué hacer.
Las gotas deprimidas se rinden ante el cristal, de fondo el sonido puro de la monotonía, cargada de nostalgia la lluvia, que te duerme o te arropa.
Y yo estoy aquí, resguardada bajo una manta espantosa pero espesa, de las que te atrapan y no puedes salir. Y no quieres salir. Y me digo siempre "Vamos, amor consumido, aguanta un año más". Mirando al lavabo de sangre y cortando mis ruedas, para que me dejen tirada en medio del camino.
Confiando en las bondades de los desconocidos, creando nudos de cereza, sonriendo y complaciendo. Ponte tu vestido rojo, píntate los labios. Canta tu canción ahora, la cámara está encendida, y estás viva otra vez. Ella no tiene ningún problema, mintiéndose a sí misma.
Nadie se da cuenta de que estoy aquí, ¿alguien puede verme? ¿alguien puede ayudarme?
Una vez soñé con una niña que sólo podía beber limonada, si bebía algo que no fuera limonada, moriría. Así que sus padres la tenían encerrada en un gran vaso de limonada. La niña era feliz allí, le encantaba la limonada. Pero sus padres murieron y sólo quedaba su hermano. Su hermano no tenía dinero y no podía pagar comida, así que empezó a estar cada vez más delgado, vomitaba, estaba enfermo, desesperado comenzó a comer hierba al lado del vaso de su hermana. Su hermana quería ayudarle, e intentaba salir de su gran vaso de limonada para irse con él a vivir a una casita de campo. Pero por más que lo intentaba su vaso era gigantesco. Así que decidió beberse toda la limonada, hasta la última gota, y así poder salvar a su hermano de una muerte segura.
Al beberse toda la limonada, consiguió salir del vaso, pero al poner los pies en la tierra, se desvaneció muerta.
Yo río como Dios, pero soy un relámpago, y pronto me desintegro y vuelvo a ser ceniza.
jueves, 1 de marzo de 2018
Marzo.
Continuamente siento que quemo, que me desbordo de mí misma y que no hay nadie que recoja mis pedazos rotos, que se caen porque ya no hay nada que los mantenga. Quiero a todos pero parece que nadie me quiere a mí. Necesito más de lo que nadie puede darme. Tal vez debería irme en silencio, porque mis huesos ya han encontrado un lugar para quedarse y dormir. Quiero que todo sea mentira, que mi vida empiece de cero, pero que no sea mi vida. Quiero dejar de ser hipersensible, frágil, quiero dejar de ser un incordio para todos, quiero dejar de ser la hija de la oscuridad.
A veces me gustaría haberme quedado en el interior de mi madre. Y nunca haber salido.
Quiero decirle al mundo que he vuelto, que estoy bien, que me he curado, que me quiero, que me valoro, que me respeto, que me quiero viva. Quiero que la lluvia lave el dolor de mi mirada, que me quite de encima mi sonrisa fingida, mis huidas inesperadas, mis cambios de humor, mis ganas de dejarlo todo, mis ganas de morir, mis sentimientos de soy una mierda, mis vacíos donde caigo y nunca paro, donde tengo un cuerpo pero no lo gobierno yo, donde hay un demonio que me ha robado la mirada, y que no me la devuelve.
Quiero gritarle a la del espejo que la quiero, porque sé que lo necesita más que yo, quiero mirar mis muñecas y pedirles perdón, quiero acariciar mi cuerpo y suplicar, y disculparme y susurrarle que la que le rasgó tanto la piel, que la que hundía sus puños en el vientre, que la que sacaba la comida del estómago, que la que se cortaba con fuerza todo el cuerpo, que la que inundaba sus ojos con agua salada dañina era yo, pero que ya me fui.
Quiero que me pregunten cómo estoy, quiero que me abracen que me acaricien que me quieran que me griten que me arrollen con brazos protectores, quiero que me hagan sentir invencible, que no me va a pasar nada, que me necesitan pero que yo me necesito más.
Deseo sentirme segura, tener a alguien que me de la seguridad de que no se va a ir de mi vida, y que si se va, no será por mi culpa, no será porque soy insuficiente para todo el mundo
Todo es rojo, mis pastillas, mi pelo, mi sangre mis labios. Todo es gris, mi humo, mis cenizas, mi mirada y mi interior. Algunos días soy fuerte. Otros días me rindo.
Tengo miedo de sentirme viva otra vez, porque no recuero cómo era.
Ojalá no estuviera escribiendo esto. Ojalá no tuviera mi vida.
A veces me gustaría haberme quedado en el interior de mi madre. Y nunca haber salido.
Quiero decirle al mundo que he vuelto, que estoy bien, que me he curado, que me quiero, que me valoro, que me respeto, que me quiero viva. Quiero que la lluvia lave el dolor de mi mirada, que me quite de encima mi sonrisa fingida, mis huidas inesperadas, mis cambios de humor, mis ganas de dejarlo todo, mis ganas de morir, mis sentimientos de soy una mierda, mis vacíos donde caigo y nunca paro, donde tengo un cuerpo pero no lo gobierno yo, donde hay un demonio que me ha robado la mirada, y que no me la devuelve.
Quiero gritarle a la del espejo que la quiero, porque sé que lo necesita más que yo, quiero mirar mis muñecas y pedirles perdón, quiero acariciar mi cuerpo y suplicar, y disculparme y susurrarle que la que le rasgó tanto la piel, que la que hundía sus puños en el vientre, que la que sacaba la comida del estómago, que la que se cortaba con fuerza todo el cuerpo, que la que inundaba sus ojos con agua salada dañina era yo, pero que ya me fui.
Quiero que me pregunten cómo estoy, quiero que me abracen que me acaricien que me quieran que me griten que me arrollen con brazos protectores, quiero que me hagan sentir invencible, que no me va a pasar nada, que me necesitan pero que yo me necesito más.
Deseo sentirme segura, tener a alguien que me de la seguridad de que no se va a ir de mi vida, y que si se va, no será por mi culpa, no será porque soy insuficiente para todo el mundo
Todo es rojo, mis pastillas, mi pelo, mi sangre mis labios. Todo es gris, mi humo, mis cenizas, mi mirada y mi interior. Algunos días soy fuerte. Otros días me rindo.
Tengo miedo de sentirme viva otra vez, porque no recuero cómo era.
Ojalá no estuviera escribiendo esto. Ojalá no tuviera mi vida.
lunes, 19 de febrero de 2018
Mentiras.
Hay mentiras escondidas en un armario, mentiras absurdas de las que ya ni te acuerdas. Mentiras entrecortadas, enmascaradas, edulcoradas, repentinas, y tardías, arrepentidas y placenteras. Mentiras que hacen temblar tu vida, y vidas que se sostienen con mentiras. Mentiras que matan.Mentiras que no quieren hacer daño.
Me tambaleo cuando me hablas porque ya no te escucho, solo te oigo de fondo, como una radio que se quedó encendida, o como una vela que llora tanto que se consume.
A veces escucho música y parece que te revivo, y es horrible, no te recuerdo ni te quiero, solo dejaste dolor.
Me he hecho daño muchas veces, he gritado ayuda en mi silencio, y me he roto a mí misma por dentro mil veces. Hoy lo he hecho otra vez, y la peor parte es que no hay nadie a quien culpar.
Me siento nada y necesitaba un abrazo, pero solo fueron balazos.
Llevo plumas por pendientes porque me las cortaron, y yo las guardé para reconstruirlas, de momento las llevo colgando para que no pierdan su vuelo.
Me miran muchas caras y yo sólo me torturo intentando descifrar lo que están pensando de mí.
Este aire está demasiado frío como para que los ángeles vuelen.
Me tambaleo cuando me hablas porque ya no te escucho, solo te oigo de fondo, como una radio que se quedó encendida, o como una vela que llora tanto que se consume.
A veces escucho música y parece que te revivo, y es horrible, no te recuerdo ni te quiero, solo dejaste dolor.
Me he hecho daño muchas veces, he gritado ayuda en mi silencio, y me he roto a mí misma por dentro mil veces. Hoy lo he hecho otra vez, y la peor parte es que no hay nadie a quien culpar.
Me siento nada y necesitaba un abrazo, pero solo fueron balazos.
Llevo plumas por pendientes porque me las cortaron, y yo las guardé para reconstruirlas, de momento las llevo colgando para que no pierdan su vuelo.
Me miran muchas caras y yo sólo me torturo intentando descifrar lo que están pensando de mí.
Este aire está demasiado frío como para que los ángeles vuelen.
domingo, 18 de febrero de 2018
Cuando era pequeña.
Hoy escribo porque me queman los ojos, me miente mi instinto y me arrastran mis dedos. Hoy escribo porque quiero.
Cuando era pequeña, el olor que más me gustaba era el del incienso que ponían en la clase de ballet. Odiaba comer pescado, y me encantaban las verduras. No entendía el porqué de los semáforos (ni lo sigo entendiendo). Me agobian. Tenemos muy poco tiempo en la vida como para que nos frenen el paso.
Cuando era pequeña iba a la piscina por obligación, y me iba sola al colegio, dando zancadas enormes para ver cuántas baldosas podría saltar. Cuando salía de paseo bailaba por las calles, y a veces me enfadaba con mi perra porque se me adelantaba. Cuando estaba sola me disfrazaba y bailaba. Sigo bailando en mi cuarto (me encanta bailar "Serenade" de Dover). Me quedaba embobada contemplando las ventanas de los coches, quería saber lo que había dentro. En el supermercado me quedaba en la sección de suavizantes y detergentes, los abría y los olía.
Yo quería ir con los labios pintados al colegio, pero mi madre no me dejaba; deseaba llevar el pelo de color rojo, y la peluquera se reía de mí. Necesitaba mucho cortarme el pelo frecuentemente, necesitaba sentir las caricias de la tijera, esa sensación en la que te sientes frágil, cuidada, mimada, que alguien te haga caso.
Ayudaba a las mujeres que venían a cuidarnos y a limpiar la casa, yo limpiaba los cristales y ellas todo lo demás. Le regalé una pulsera a mi maestra de infantil, y no la volví a ver.
Cuando era pequeña me encantaba beber leche, sola, fría. Y el arroz era mi comida favorita. Me daba miedo el mar, lo veía inmenso, me sentía diminuta (como ahora); y pensaba que me iban a tragar las olas. Odiaba dibujar a personas y por las noches sentía terror, creía que había alguien más en mi habitación. Amaba la lluvia, me relajaba y me hacía (me hace) sentirme segura.Cuando mi madre se maquillaba yo me colocaba detrás de la puerta de su baño para ver cómo lo hacía; siempre abría la boca para ponerse rímel y fruncía los labios para el colorete.
Cuando era pequeña las paredes de mi habitación estaban cubiertas de papel de ositos, me encantaba arrancarlo. Lo que más detestaba era leer, no sé por qué. Los abrazos eran invisibles, pero yo muchas veces me abrazaba a mí misma.
Me regalaron una bailarina de porcelana, preciosa, la llevaba a todos sitios, pero se la quise enseñar a mi padre, y se rompió.
No confiaba completamente en nadie, esto no ha cambiado.
Cuando era pequeña, el olor que más me gustaba era el del incienso que ponían en la clase de ballet. Odiaba comer pescado, y me encantaban las verduras. No entendía el porqué de los semáforos (ni lo sigo entendiendo). Me agobian. Tenemos muy poco tiempo en la vida como para que nos frenen el paso.
Cuando era pequeña iba a la piscina por obligación, y me iba sola al colegio, dando zancadas enormes para ver cuántas baldosas podría saltar. Cuando salía de paseo bailaba por las calles, y a veces me enfadaba con mi perra porque se me adelantaba. Cuando estaba sola me disfrazaba y bailaba. Sigo bailando en mi cuarto (me encanta bailar "Serenade" de Dover). Me quedaba embobada contemplando las ventanas de los coches, quería saber lo que había dentro. En el supermercado me quedaba en la sección de suavizantes y detergentes, los abría y los olía.
Yo quería ir con los labios pintados al colegio, pero mi madre no me dejaba; deseaba llevar el pelo de color rojo, y la peluquera se reía de mí. Necesitaba mucho cortarme el pelo frecuentemente, necesitaba sentir las caricias de la tijera, esa sensación en la que te sientes frágil, cuidada, mimada, que alguien te haga caso.
Ayudaba a las mujeres que venían a cuidarnos y a limpiar la casa, yo limpiaba los cristales y ellas todo lo demás. Le regalé una pulsera a mi maestra de infantil, y no la volví a ver.
Cuando era pequeña me encantaba beber leche, sola, fría. Y el arroz era mi comida favorita. Me daba miedo el mar, lo veía inmenso, me sentía diminuta (como ahora); y pensaba que me iban a tragar las olas. Odiaba dibujar a personas y por las noches sentía terror, creía que había alguien más en mi habitación. Amaba la lluvia, me relajaba y me hacía (me hace) sentirme segura.Cuando mi madre se maquillaba yo me colocaba detrás de la puerta de su baño para ver cómo lo hacía; siempre abría la boca para ponerse rímel y fruncía los labios para el colorete.
Cuando era pequeña las paredes de mi habitación estaban cubiertas de papel de ositos, me encantaba arrancarlo. Lo que más detestaba era leer, no sé por qué. Los abrazos eran invisibles, pero yo muchas veces me abrazaba a mí misma.
Me regalaron una bailarina de porcelana, preciosa, la llevaba a todos sitios, pero se la quise enseñar a mi padre, y se rompió.
No confiaba completamente en nadie, esto no ha cambiado.
jueves, 15 de febrero de 2018
Hay.
Hay huellas que se borran en segundos, porque se las traga el mar, y ya ni recuerdas donde estuvieron, hay huellas que resbalan y caes encima, hay huellas que rompen baldosas, y huellas que hunden los cimientos de la vida, y te tambaleas, pierdes equilibrio. Hay lazos que se convierten en nudos, y arena fina que se hace piedra. Hay puzzles que encajaron hasta que una pieza decidió marcharse porque no encajaba.
Hay lugares que son casa, y casas que son infierno.
Hay personas que te devuelven la vida, y que te la rompen un poquito. Hay corazones que se agrietan y no pueden reconstruirse. El tiempo no lo cura todo, pero el tiempo convierte un libro nuevo en uno viejo que se hace polvo, de recuerdos indiferentes.
Hay mariposas en el estómago que se hacen cuervos negros que no te dejan. El mayor castigo es no poder coser un roto, dejar abierto un agujero que se ve demasiado, intermitente y oculto, pero que explota como la luna en una noche negra.
Hay lugares que son casa, y casas que son infierno.
Hay personas que te devuelven la vida, y que te la rompen un poquito. Hay corazones que se agrietan y no pueden reconstruirse. El tiempo no lo cura todo, pero el tiempo convierte un libro nuevo en uno viejo que se hace polvo, de recuerdos indiferentes.
Hay mariposas en el estómago que se hacen cuervos negros que no te dejan. El mayor castigo es no poder coser un roto, dejar abierto un agujero que se ve demasiado, intermitente y oculto, pero que explota como la luna en una noche negra.
jueves, 8 de febrero de 2018
Victoria.
Hoy he ganado. He ganado al miedo.
He sentido hambre y hace siete años que no lo hacía. Un hambre espontánea, sin pensarlo.
He sentido mi pisada fuerte dejando huella en esa parte de mí. Como que he llegado a la cima de mi trastorno alimenticio. Y no sé por qué, pero he sentido hambre.
Me sentido en casa. He sentido que mis problemas, por primera vez, le preocupan a alguien; que ha su vez, han sabido disfrutar igual o más que yo, que por fin he dado un pasito hacia delante, pero para mí gigante.
Tan gigantes y tan descomunales como las que creo mis "ángeles" de ahora. No sé por qué, ni mil psicólogos ni cientos de psiquiatras, ni el hospital de trastornos alimenticios, han conseguido nunca que volviera a aflorar en mí, una sensación que en los últimos siete años creía olvidada. Hambre.
Gracias es lo mínimo que puedo decir. Gracias por ser un poco arquitectas de mi corazón, y arreglarme un trocito de mí.
He sentido hambre y hace siete años que no lo hacía. Un hambre espontánea, sin pensarlo.
He sentido mi pisada fuerte dejando huella en esa parte de mí. Como que he llegado a la cima de mi trastorno alimenticio. Y no sé por qué, pero he sentido hambre.
Me sentido en casa. He sentido que mis problemas, por primera vez, le preocupan a alguien; que ha su vez, han sabido disfrutar igual o más que yo, que por fin he dado un pasito hacia delante, pero para mí gigante.
Tan gigantes y tan descomunales como las que creo mis "ángeles" de ahora. No sé por qué, ni mil psicólogos ni cientos de psiquiatras, ni el hospital de trastornos alimenticios, han conseguido nunca que volviera a aflorar en mí, una sensación que en los últimos siete años creía olvidada. Hambre.
Gracias es lo mínimo que puedo decir. Gracias por ser un poco arquitectas de mi corazón, y arreglarme un trocito de mí.
martes, 6 de febrero de 2018
La primera vez.
Escribo tanto porque estoy intentando soltar cosas, cosas que nunca he contado, porque quiero quitarme piedras de la mochila.
Un día, ya diagnosticada mi depresión; quería morir. Era una tarde de abril, las ocho de la tarde. Estaba en mi cuarto, llorando, dándole vueltas a la almohada para llorar en seco. De repente tuve un impulso, algo fuerte se removió dentro de mí, como un monstruo, como un gigante que se despierta y pisa la ciudad. Corrí al baño verde (al baño que hay justo al lado de mi habitación). No encontraba nada, y buscaba y buscaba, pero no sabía lo que buscaba. Lo encontré. Encontré unas tijeras enormes, saqué mi brazo derecho, vacilé. Miré las tijeras, miré el brazo, me miré a mí, pero el espejo me asustó. No era yo quien estaba reflejada, no era mi mirada, era como si me estuvieran mirando otros ojos. Me hice cortes en los brazos, vi gotas de sangre caer al suelo, y sentí el dolor, sentí que estaba viva.
Esa fue la primera vez que me corté.
Un día, ya diagnosticada mi depresión; quería morir. Era una tarde de abril, las ocho de la tarde. Estaba en mi cuarto, llorando, dándole vueltas a la almohada para llorar en seco. De repente tuve un impulso, algo fuerte se removió dentro de mí, como un monstruo, como un gigante que se despierta y pisa la ciudad. Corrí al baño verde (al baño que hay justo al lado de mi habitación). No encontraba nada, y buscaba y buscaba, pero no sabía lo que buscaba. Lo encontré. Encontré unas tijeras enormes, saqué mi brazo derecho, vacilé. Miré las tijeras, miré el brazo, me miré a mí, pero el espejo me asustó. No era yo quien estaba reflejada, no era mi mirada, era como si me estuvieran mirando otros ojos. Me hice cortes en los brazos, vi gotas de sangre caer al suelo, y sentí el dolor, sentí que estaba viva.
Esa fue la primera vez que me corté.
El primer día.
En aquel momento yo estaba lista. Preparada. Iba a ir al psicólogo por primera vez. Trece años.
A las ocho y media de la mañana iría a la Unidad de Salud Mental para jóvenes y me adentraría en mi propio laberinto.
Me desperté temprano, herida, sangrienta, temblorosa, húmeda, triste, miedo.
Me vestí, un vestido de flores con unas botas, era invierno, febrero, un miércoles, día de clase. Miré por la ventana de mi cuarto y me quedé inmóvil al ver, por primera vez, un cielo de fuego. Un amanecer rojo como la sangre. Saqué mi cámara de fotos vieja, y lo fotografié.
Bajé las escaleras y subí al coche. No imaginaba que ese, sería el primer día de los siete años que llevo luchando contra diagnósticos, partes de mí que son así, pero que no quiero, que no quiero vivir.
Un día colgaré esa fotografía, grande, amenazante, y gritaré al mundo que yo soy fuego, que quemo, inquebrantable, invencible, imponente, desafiante. Yo soy fuego, sensible y fuerte, y este fuego no se apaga.
¿Como?
Como el pájaro que no quiere dejar el nido. Como el payaso que no sonríe. Como la serpiente que no envenena, como la lluvia que no cala, como el viento que no se enreda, como el mar que no arrasa, como las nubes sin forma, como los árboles que no hablan, como los animales que no transmiten con la mirada, como las personas que no besan y que mueren. Como el sol que no calienta, como la luna que no enamora, como la rosa sin espinas, como un fantasma que tiene miedo, como la noche sin estrellas, como la música que no vibra, como el ruido que es silencio, como los gritos que son aullidos, como pa-lava-labras que arden de volcanes oscuros. Como yo, que no tengo nada, pero me tengo a mí.
domingo, 4 de febrero de 2018
Cuervos.
Sus manos huelen a pólvora cuando escribe.
Sus palabras despiden chispas y sus ojos vibran.
Imagino un mundo donde todo es más pequeño, y no me siento tan insignificante, no me siento tan en el abismo, no me siento tan desbordada, tan nadie.
Destellos de luz me muerden de madrugada, abro mis ojos y descubro en mi interior, que no tengo nada que hacer... Para arreglarme. Descompuesta y terriblemente rota, caótica y destartalada, horrible y vacía.
Me acuso a mí misma de mi propio asesinato, no es primicia, no es ficticio, no me sorprende, es real.
Y ellos me dicen que pare, que rompa, que escoja, que viva, que ame que ría, que baile, que coma. Pero no soy capaz de desprenderme de mí misma, por más que me he arrancado trozos de piel, de alma de vida.
Nunca cambio nada, porque soy así. Soy mentiras bonitas, soy fugaz. No albergo mariposas en mi estómago, soy toda cuervos negros que se niegan a emigrar.
Sus palabras despiden chispas y sus ojos vibran.
Imagino un mundo donde todo es más pequeño, y no me siento tan insignificante, no me siento tan en el abismo, no me siento tan desbordada, tan nadie.
Destellos de luz me muerden de madrugada, abro mis ojos y descubro en mi interior, que no tengo nada que hacer... Para arreglarme. Descompuesta y terriblemente rota, caótica y destartalada, horrible y vacía.
Me acuso a mí misma de mi propio asesinato, no es primicia, no es ficticio, no me sorprende, es real.
Y ellos me dicen que pare, que rompa, que escoja, que viva, que ame que ría, que baile, que coma. Pero no soy capaz de desprenderme de mí misma, por más que me he arrancado trozos de piel, de alma de vida.
Nunca cambio nada, porque soy así. Soy mentiras bonitas, soy fugaz. No albergo mariposas en mi estómago, soy toda cuervos negros que se niegan a emigrar.
sábado, 3 de febrero de 2018
Hay.
Hay colchones que hacen de barco, y remas y no se hunden.
Hay pieles que abren sus puertas y que guardan bosques ardiendo.
Hay escondites que se rompen y mar en unos ojos.
Hay suspiros que guardan mil y una noches.
Hay nudos que no dejan hablar.
Todo lo que tengo corre, me miras y me haces pensar, que ya no sé pensar.
Fue la primera vez que vi el amanecer con los ojos cerrados.
Hay pieles que abren sus puertas y que guardan bosques ardiendo.
Hay escondites que se rompen y mar en unos ojos.
Hay suspiros que guardan mil y una noches.
Hay nudos que no dejan hablar.
Todo lo que tengo corre, me miras y me haces pensar, que ya no sé pensar.
Fue la primera vez que vi el amanecer con los ojos cerrados.
miércoles, 3 de enero de 2018
¿Cómo?
La vida dispara a matar. El tiempo pasa tan rápido, como rodando por las escaleras.
Nada es tan sincero como un impulso. No me cuentes cómo eres, dime qué haces cuando no te ve nadie.Soy esa que se hace la fuerte de cara a la pared.
Hay lazos que se hacen nudo. Me han asaltado las dudas y me han dejado sin blanca. Algunos recuerdos son como balancines; un juego absurdo si al otro lado no hay nadie, y cuando por fin consigues olvidarlos a todos ya no te quedan ganas de conocer a nadie más.
Yo soy de lluvias de verano y de mar de invierno.
¿Cómo disimulas que estás temblando?
Nada es tan sincero como un impulso. No me cuentes cómo eres, dime qué haces cuando no te ve nadie.Soy esa que se hace la fuerte de cara a la pared.
Hay lazos que se hacen nudo. Me han asaltado las dudas y me han dejado sin blanca. Algunos recuerdos son como balancines; un juego absurdo si al otro lado no hay nadie, y cuando por fin consigues olvidarlos a todos ya no te quedan ganas de conocer a nadie más.
Yo soy de lluvias de verano y de mar de invierno.
¿Cómo disimulas que estás temblando?
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