domingo, 4 de febrero de 2018

Cuervos.

Sus manos huelen a pólvora cuando escribe. 
Sus palabras despiden chispas y sus ojos vibran.
Imagino un mundo donde todo es más pequeño, y no me siento tan insignificante, no me siento tan en el abismo, no me siento tan desbordada, tan nadie. 
Destellos de luz me muerden de madrugada, abro mis ojos y descubro en mi interior, que no tengo nada que hacer... Para arreglarme. Descompuesta y terriblemente rota, caótica y destartalada, horrible y vacía. 
Me acuso a mí misma de mi propio asesinato, no es primicia, no es ficticio, no me sorprende, es real.
Y ellos me dicen que pare, que rompa, que escoja, que viva, que ame que ría, que baile, que coma. Pero no soy capaz de desprenderme de mí misma, por más que me he arrancado trozos de piel, de alma de vida. 
Nunca cambio nada, porque soy así. Soy mentiras bonitas, soy fugaz. No albergo mariposas en mi estómago, soy toda cuervos negros que se niegan a emigrar. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario