Me viste nacer y crecer, me viste caer y ahí estabas tú, a la altura de mis ojos en el suelo, animándome a seguir. Me equivoqué y me equivoqué mucho, pero tú seguías caminando a mi lado, sin importar lo que hubiera hecho. Me lamías la cara al llorar y tus ojos, son los únicos que hasta ahora en mi vida han tenido el poder de decirme todo lo que necesitaba sin palabras.
Me contagiabas tu alegría corriendo de un lado a otro sin mirar atrás, nunca mirabas atrás. Admitías reproches y regaños aunque a veces no te los merecieras, te tragabas malas caras y aun así te sentabas a mi lado sin esperar nada a cambio.
Tuviste que ver cómo tu familia se rompía, y cómo tu hermana pequeña se hacía daño, y no podías hacer nada. Tuviste que ver tantas cosas...
Gracias por no dejarme nunca sola, por estar conmigo hasta tu último suspiro.
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