lunes, 5 de marzo de 2018

El gran vaso de limonada.

Una tarde estrepitosa, el cielo llora y no sé qué hacer. 
Las gotas deprimidas se rinden ante el cristal, de fondo el sonido puro de la monotonía, cargada de nostalgia la lluvia, que te duerme o te arropa. 
Y yo estoy aquí, resguardada bajo una manta espantosa pero espesa, de las que te atrapan y no puedes salir. Y no quieres salir. Y me digo siempre "Vamos, amor consumido, aguanta un año más". Mirando al lavabo de sangre y cortando mis ruedas, para que me dejen tirada en medio del camino.
Confiando en las bondades de los desconocidos, creando nudos de cereza, sonriendo y complaciendo. Ponte tu vestido rojo, píntate los labios. Canta tu canción ahora, la cámara está encendida, y estás viva otra vez. Ella no tiene ningún problema, mintiéndose a sí misma. 
Nadie se da cuenta de que estoy aquí, ¿alguien puede verme? ¿alguien puede ayudarme? 
Una vez soñé con una niña que sólo podía beber limonada, si bebía algo que no fuera limonada, moriría. Así que sus padres la tenían encerrada en un gran vaso de limonada. La niña era feliz allí, le encantaba la limonada. Pero sus padres murieron y sólo quedaba su hermano. Su hermano no tenía dinero y no podía pagar comida, así que empezó a estar cada vez más delgado, vomitaba, estaba enfermo, desesperado comenzó a comer hierba al lado del vaso de su hermana. Su hermana quería ayudarle, e intentaba salir de su gran vaso de limonada para irse con él a vivir a una casita de campo. Pero por más que lo intentaba su vaso era gigantesco. Así que decidió beberse toda la limonada, hasta la última gota, y así poder salvar a su hermano de una muerte segura. 
Al beberse toda la limonada, consiguió salir del vaso, pero al poner los pies en la tierra, se desvaneció muerta. 
Yo río como Dios, pero soy un relámpago, y pronto me desintegro y vuelvo a ser ceniza. 

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