sábado, 29 de marzo de 2014

Me mata.

Me mata ser testigo de mi dolor, de mis gritos y suspiros mudos, que encuentran salida de una forma demoníaca. Me doy miedo, por lo que pienso, por lo que soy, por mis intenciones para conmigo, por mis planes de futuro para acabar con el mismo futuro. Irónico, yo soy de ironías en estos quince años que llevo respirando. No me veo capaz de seguir, estoy más destrozada que nunca, aislada, yo lo causo, y me asusto, y me maldigo, quiero dejar de comer, y quiero matarme. Y tal vez quiera dejar de comer para ser cada día más invisible, y más débil de lo que ya soy. Escribo esto con mucha fuerza en los dedos, y con una mirada intensa que traspasa la pantalla, con mi carácter habitual. Necesitaba hacer algo bueno y desahogarme así, porque de lo contrario puedo jurar que se me habría escapado de las manos, la situación podría haber provocado que mi supuesto control sobre las cosas se esfumara. Tengo todo tipo de vicios en mi vida, y todos o casi todos ellos desembocan en el deseo de morir más rápida y súbitamente. 



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