A veces me muero de ganas por ser alguien normal. Sé que nadie es normal pero me encantaría tener problemas de adolescente medio. Novios, amigas, fiestas. Novios, amigas fiestas.
Daría lo que fuera por ser capaz de salir sin dificultad de casa, por dejar de fingir sin miedo que estoy feliz. Por dejar de sonreír a la fuerza para que los demás no noten que estoy hecha mierda.
Me encantaría no haber perdido mi adolescencia. Mataría por desconocer el significado de las palabras depresión, anorexia, bulimia, divorcio, atracón, autolesión, suicidio. Me encantaría volver atrás y frenarme cuando hice mi primera dieta. Un tomate al día durante un mes. Me encantaría quitarme el cuchillo de las manos cuando me corté por primera vez. En el baño verde de mi casa de al lado de mi cuarto. Sólo quería ver sangre y sentir algo, sentirme viva.
Desearía haber podido esconderme la báscula antes de cogerla y pesarme cinco veces al día, ojalá pararme al darme puñetazos en la tripa, al palparme los huesos y sentir que estaban gordos, al tapar mi espejo todas las noches para no verme reflejada al ponerme el pijama.
Ojalá alguien me hubiera dicho que me quería, ojalá alguien hubiera estado conmigo cuando estaba sola cada día.
Daría todo lo que tengo porque alguien, o yo misma, me hubiera parado aquella vez que me tomé un bote entero de pastillas para luego vomitarlas involuntariamente. Ojalá , me hubiera sentido valiosa antes de llorar cada noche deseando no volver a despertar. Ojalá no hubiera una marca permanente en mi mano derecha, característica de la bulimia, por el vómito provocado. Nadie excepto mi psicólogo sabe de esa marca. Ojalá volver a reconocer mi mirada ante un espejo, ojalá reconocerme, no tenerme miedo.
Ojalá haber sido una niña normal y poder experimentar el jugar con otras niñas, el tener amigas en el colegio. Ojalá haber sido otra. O no haber sido.
Ojalá.
"No permitas que el dolor, la tristeza, la soledad, el odio, la inseguridad, el resentimiento, los celos, el rencor, y todo lo que pueda sacar el brillo de tus ojos, destruya la pureza dentro de tu alma."
lunes, 11 de diciembre de 2017
miércoles, 22 de noviembre de 2017
Suspiro.
La voz me hablaba y yo temblaba. La llama temblaba o yo le hablaba. Un sinvivir recorría mi cuerpo, mis entrañas arañadas se desmembraban como hilos de calabaza. El ambiente cargado de tu olor, saturaba mis sentidos. Un bloque de niebla trataba de aterrizar sobre mi cabeza.
Mis manos se contraen, mis muslos gritan, mis pies se estiran, patalean y renuncian a mí. Me entrego a ti y cabalgo entre tus curvas que me acogen sin pudor. Sudas y creo que es lluvia. Sudas y estoy sedienta.
Se posan tus labios en mi nuca, pasea tu lengua por mi espalda, contando vértebras estupefactas.
Doy vueltas, giro, giro, giro... Paro. Mis ojos renuncian al color. Mis ojos casi salen de sus órbitas. Mi pecho en tensión. Rasgo las sábanas.
Suspiro.
Mis manos se contraen, mis muslos gritan, mis pies se estiran, patalean y renuncian a mí. Me entrego a ti y cabalgo entre tus curvas que me acogen sin pudor. Sudas y creo que es lluvia. Sudas y estoy sedienta.
Se posan tus labios en mi nuca, pasea tu lengua por mi espalda, contando vértebras estupefactas.
Doy vueltas, giro, giro, giro... Paro. Mis ojos renuncian al color. Mis ojos casi salen de sus órbitas. Mi pecho en tensión. Rasgo las sábanas.
Suspiro.
domingo, 19 de noviembre de 2017
¿Por qué te fuiste?
Valorar, amar, releer, comer, dormir, caminar, escribir, engullir, escabullir, encerrar, ocultar, amoldar, recibir, dar, permitir, despertar, apartar, arrastrar, observar, actuar, deletrear, enamorar, revivir.
Todo eres tú.
Un piano a merced de tus manos.
Un libro sobre tu pecho.
Unos ojos entreabiertos.
Un dolor inusual.
Una almohada deprimida.
Cuatro paredes sordas.
Una silla coja.
Unas cortinas bailando, un reloj dictador.
Una cama malnutrida, un plato roto.
Una puerta desencajada, unos labios desgastados.
Una rosa enamorada.
Unos pasos inseguros, huellas en la mar.
Una mariposa aleteando.
Dos cuerpos enredados.
¿Por qué te fuiste?
Todo eres tú.
Un piano a merced de tus manos.
Un libro sobre tu pecho.
Unos ojos entreabiertos.
Un dolor inusual.
Una almohada deprimida.
Cuatro paredes sordas.
Una silla coja.
Unas cortinas bailando, un reloj dictador.
Una cama malnutrida, un plato roto.
Una puerta desencajada, unos labios desgastados.
Una rosa enamorada.
Unos pasos inseguros, huellas en la mar.
Una mariposa aleteando.
Dos cuerpos enredados.
¿Por qué te fuiste?
Gran día.
¿Sabes de esas veces que tienes tanto que decir y no te sale
nada porque quieres hacerlo bien? A mí me está pasando.
Creo que lo más difícil de escribir es hacerlo para otra
persona, porque tienes la necesidad de agradar. Yo sólo quiero darte las
gracias por ser como eres, por toparte conmigo en la vida y dejarme conocerte.
Aunque no lo parezca me has enseñado mucho. Gracias a ti sé que se puede
sobrevivir en medio de un desastre sin necesidad de padecer una ansiedad
severa. Me has enseñado a relativizar y a reírme de pequeñas cosas. A creer un
poco en la suerte que me ha llevado hasta ti, y a cambiar mi idea errónea de que
“los lados opuestos se atraen” (No me lo creía). He encontrado un tesoro en ti.
Hay muy poca gente con la que puedas hablar de todo, estar de acuerdo o no,
quererse sin más y sin querer nada a cambio.
Le das autenticidad, valía y vida a mis días, y te juro que tu
sonrisa es la más bonita del mundo, me llena y me contagia. Me encanta todo de
ti, me da rabia no habernos conocido antes, pero supongo que si ha sido así
será por algo (no porque Dios quiera).
jueves, 16 de noviembre de 2017
Un poco de viento.
Hay días en los que la tristeza abraza tan fuerte, que ahoga. Para mí la tristeza es como una fina tela que nunca se rompe, que nunca me deja ver con claridad. Siempre está ahí, sin motivo alguno, y es algo de lo que nunca puedo escapar.
Me da rabia sentir que mi vida va hacia delante y que para mi tristeza no sea suficiente. Que no se vaya. A veces la agarro con fuerza, la arrastro, la escondo, finjo, pero ella siempre me atrapa, me absorbe, me remueve.
Tan remoto es el amor que me tengo, que ni lo veo. No veo salida.
Escribo y siento que no hay nada más allá.
Este año de estudios me está siendo muy complicado. No creo en mí. Siempre he pensado que lo único que hago bien en el mundo es estudiar. Soy una mala hija, mala amiga, mala persona, mala vida. Y siento que al menos, si estudio y consigo a duras penas sacarme las cosas, no seré una total fracasada; aunque tantas veces me devore la idea de dormir en las frías calles en un futuro. Me creo inútil, inservible, vibro en una oscuridad que ni me siente, que ni me arropa, que ya no gime de dolor ante mi mirada indiferente.
Estoy yendo a terapia, pero muchas veces pienso que los pobres especialistas se volverán locos conmigo, que no tengo arreglo, que soy para ellos una paciente infinita que nunca llega a su meta.
Hace unos meses empecé a vivir con unas compañeras nuevas de piso. Me hacen bien, me alegran muchos momentos del día en los que yo sin duda alguna estaría hecha pedazos. Pero siento que no soy suficiente, que me odian, que piensan que estoy enferma, loca, trastornada, que soy basura, que sus sonrisas, sus abrazos, son fruto único y exclusivo de la pena.
A veces cuando estoy caminando en la calle siento un gran deseo de ponerme en medio de la carretera y morir. A veces imagino situaciones en las que un atracador viene a mi clase de la universidad, dice que va a matar a alguien, y yo me ofrezco sin esfuerzo alguno. A veces pensarme muerta me hace feliz, me tranquiliza, me socorre. A veces pienso en cómo mi vida se resume a una pastilla. A veces me tengo miedo.
Gracias por leerme. Necesitaba desahogarme.
Me da rabia sentir que mi vida va hacia delante y que para mi tristeza no sea suficiente. Que no se vaya. A veces la agarro con fuerza, la arrastro, la escondo, finjo, pero ella siempre me atrapa, me absorbe, me remueve.
Tan remoto es el amor que me tengo, que ni lo veo. No veo salida.
Escribo y siento que no hay nada más allá.
Este año de estudios me está siendo muy complicado. No creo en mí. Siempre he pensado que lo único que hago bien en el mundo es estudiar. Soy una mala hija, mala amiga, mala persona, mala vida. Y siento que al menos, si estudio y consigo a duras penas sacarme las cosas, no seré una total fracasada; aunque tantas veces me devore la idea de dormir en las frías calles en un futuro. Me creo inútil, inservible, vibro en una oscuridad que ni me siente, que ni me arropa, que ya no gime de dolor ante mi mirada indiferente.
Estoy yendo a terapia, pero muchas veces pienso que los pobres especialistas se volverán locos conmigo, que no tengo arreglo, que soy para ellos una paciente infinita que nunca llega a su meta.
Hace unos meses empecé a vivir con unas compañeras nuevas de piso. Me hacen bien, me alegran muchos momentos del día en los que yo sin duda alguna estaría hecha pedazos. Pero siento que no soy suficiente, que me odian, que piensan que estoy enferma, loca, trastornada, que soy basura, que sus sonrisas, sus abrazos, son fruto único y exclusivo de la pena.
A veces cuando estoy caminando en la calle siento un gran deseo de ponerme en medio de la carretera y morir. A veces imagino situaciones en las que un atracador viene a mi clase de la universidad, dice que va a matar a alguien, y yo me ofrezco sin esfuerzo alguno. A veces pensarme muerta me hace feliz, me tranquiliza, me socorre. A veces pienso en cómo mi vida se resume a una pastilla. A veces me tengo miedo.
Gracias por leerme. Necesitaba desahogarme.
viernes, 10 de noviembre de 2017
Gracias.
Las arrugas montañosas del planeta rompen la limpieza del horizonte, el sol poniente acaricia nuestras espaldas, anaranjado, moribundo. Nubes bajas rasgan el cielo. Yo, en este instante de movimiento continuo, en este coche granate corazón, me siento cómoda, como en casa y afortunada porque la vida me regale estos momentos insignificantes con personas tan "es un lujo coincidir contigo en la vida". Considero este, el mejor instante del día de hoy.
domingo, 17 de septiembre de 2017
Hubo.
Hubo amor en las marcas grises vacías que dejan los cuadros al irse. Yo lo veo en la ventana entreabierta, en el misterio de un armario vacío. Lo siento en los portazos que arrasan todo y en la llama que titila de la vela espesa que se desangra.
Cuando escuches el revolverse de unas sábanas, el agitarse de una cortina presa del viento febril. Cuando veas cómo las olas corren a la carrera, deliciosas, espumosas, lamiendo la arena y atragantadas con las rocas... Entre el mar y el cielo no cabe ni la brevedad de un beso.
lunes, 28 de agosto de 2017
Hoy vengo a sincerarme con vosotros porque realmente lo necesito. Todos creen que ya estoy bien y creedme que no he tratado de engañar a nadie. Realmente yo misma pensaba o quería con todas mis fuerzas estar bien. En estos momentos me siento rastrera, mentirosa y una mala persona porque sé perfectamente que tengo a personas dispuestas a escucharme, que me quieren (especialmente una), y me duele y me odio por ser una cobarde que no quiere ser otra decepción y una carga de nuevo, porque no sabéis lo que pesa. Es frustración e impotencia pura lo que se siente cuando pones todas tus fuerzas en estar bien y darte de bruces con la realidad al darte cuenta de que se escapa de tu control o capacidad. Que la tristeza es algo que llevas siempre y que sin un apoyo psicológico o un tratamiento no te ves capaz de seguir adelante.
Hace meses creía estar mucho, mucho mejor, pero mi psiquiatra me dijo que tuviera cuidado porque si iba demasiado rápido tendría que verme otra vez sentada ante él. Llevo estos meses luchando para no volver a vivir esa escena, para sentirme como alguien normal que es capaz de salir a la calle, ir a una fiesta, comer delante de la gente, vestir lo que me de la gana y ser alegre, al menos que la felicidad pesara un poquito más que la tristeza en mi vida, pero no está siendo posible y mis ganas no están ausentes. Me siento una fracasada que encima no quiere decir nada a nadie. Sé que las personas que me quieren se sentirán horrible porque creerán que no están cumpliendo su deber para conmigo, pero no es así. Solo es culpa mía.
Hoy escribo así, "dejada de la mano De Dios" porque solo quería sacar algo de mí. Gracias.
Hace meses creía estar mucho, mucho mejor, pero mi psiquiatra me dijo que tuviera cuidado porque si iba demasiado rápido tendría que verme otra vez sentada ante él. Llevo estos meses luchando para no volver a vivir esa escena, para sentirme como alguien normal que es capaz de salir a la calle, ir a una fiesta, comer delante de la gente, vestir lo que me de la gana y ser alegre, al menos que la felicidad pesara un poquito más que la tristeza en mi vida, pero no está siendo posible y mis ganas no están ausentes. Me siento una fracasada que encima no quiere decir nada a nadie. Sé que las personas que me quieren se sentirán horrible porque creerán que no están cumpliendo su deber para conmigo, pero no es así. Solo es culpa mía.
Hoy escribo así, "dejada de la mano De Dios" porque solo quería sacar algo de mí. Gracias.
martes, 4 de julio de 2017
Qué descuido por mi parte el no acelerar mi destino para chocarme antes contigo.
Qué derroche de tiempo vacío sin saber que una sonrisa abarcaría La Luz de mi vida, en un ángulo ascendente.
Qué sensación de desnudez de mi alma cuando me regalas tu presencia.
Qué fuerza tan especial la que atesoras, que no empuja, sino que atrae dulcemente contando historias de mecedora.
Gracias.
Por ti.
Qué derroche de tiempo vacío sin saber que una sonrisa abarcaría La Luz de mi vida, en un ángulo ascendente.
Qué sensación de desnudez de mi alma cuando me regalas tu presencia.
Qué fuerza tan especial la que atesoras, que no empuja, sino que atrae dulcemente contando historias de mecedora.
Gracias.
Por ti.
lunes, 19 de junio de 2017
Arta.
Huesudas telarañas habitaban mis entrañas.
Espesas legañas poblaban mis pestañas.
He aquí una muestra de mi nula capacidad para la buena rima.
Estoy harta de usar "palabras bonitas" para embellecer.
Estoy harta de buscar lo adecuado y armonioso.
Estoy arta de escribir la H.
Aunque la torpeza no me abandona, y al informarme creo que sigo cayendo en "lo bonito".
-Arta: Planta perenne de tallo corto y leñoso, hojas lanceoladas, vellosas y blanquecinas, flores en espiga, pequeñas y blancas. Se cría en parajes áridos.
¡Qué falta de ortografía tan favorecida!
Espesas legañas poblaban mis pestañas.
He aquí una muestra de mi nula capacidad para la buena rima.
Estoy harta de usar "palabras bonitas" para embellecer.
Estoy harta de buscar lo adecuado y armonioso.
Estoy arta de escribir la H.
Aunque la torpeza no me abandona, y al informarme creo que sigo cayendo en "lo bonito".
-Arta: Planta perenne de tallo corto y leñoso, hojas lanceoladas, vellosas y blanquecinas, flores en espiga, pequeñas y blancas. Se cría en parajes áridos.
¡Qué falta de ortografía tan favorecida!
miércoles, 3 de mayo de 2017
No quiero poner título hoy.
Las palabras no valen nada si no provocan movimiento. Yo hoy espero que veas más allá de un puñado de letras, y sepas apreciar el amor que hay detrás.
Ninguna cara bonita me transmite tanto como tu sonrisa que me cala y me deja muda a veces.
Ninguna mirada modelo me comprende tanto como tus ojos rendidos al sueño.,
No conozco abrazos más sinceros que los tuyos ni cosa que me reconforte más que tus "nos vemos mañana".
No entiendo de horarios contigo porque los arropas con tus sábanas. Ni entiendo de orden si llegaste y fuiste revolución.
Cuando hablo con el futuro te exijo, y me arrodillo ante el pasado suplicándole que me devuelva al primer día, para revivirlo todo, y cambiar algunas cosas. Me has leído y ya no hay secretos que intente ocultar. Me has escuchado y ya no hay silencio que me incomode. Me has acompañado y ya no hay soledad en mis pasos. Me has revivido y ya no hay para mí una vida sin ti.
No voy a decirte que te quiero porque ya lo sabes. Pero te doy las gracias porque seguramente no eres consciente de que ya no eres caos. Ahora eres imprescindible.
Eres inesperada, en absoluto esperaba encontrar a alguien tan exquisito como tú.
Te regalo mi tiempo para que siempre que lo requieras cojas un poquito. Pero nunca te vayas.
Ninguna cara bonita me transmite tanto como tu sonrisa que me cala y me deja muda a veces.
Ninguna mirada modelo me comprende tanto como tus ojos rendidos al sueño.,
No conozco abrazos más sinceros que los tuyos ni cosa que me reconforte más que tus "nos vemos mañana".
No entiendo de horarios contigo porque los arropas con tus sábanas. Ni entiendo de orden si llegaste y fuiste revolución.
Cuando hablo con el futuro te exijo, y me arrodillo ante el pasado suplicándole que me devuelva al primer día, para revivirlo todo, y cambiar algunas cosas. Me has leído y ya no hay secretos que intente ocultar. Me has escuchado y ya no hay silencio que me incomode. Me has acompañado y ya no hay soledad en mis pasos. Me has revivido y ya no hay para mí una vida sin ti.
No voy a decirte que te quiero porque ya lo sabes. Pero te doy las gracias porque seguramente no eres consciente de que ya no eres caos. Ahora eres imprescindible.
Eres inesperada, en absoluto esperaba encontrar a alguien tan exquisito como tú.
Te regalo mi tiempo para que siempre que lo requieras cojas un poquito. Pero nunca te vayas.
jueves, 27 de abril de 2017
Jueves.
Ayer descubrí que soy jueves.
Soy consuelo y soy historia, soy destierro y soy hogar.
Soy hiriente y soy caricia. Soy monstruo y soy humana. Quiero luna y soy lluvia; persigo al sol y soy noche. Soy recuerdo y abandono, soy recógeme, sálvame. Soy trozos esparcidos, perdidos en un fondo que no existe.
Soy colonia artística y soy caos salvaje, animalada. Soy unos labios que destiñen; ojos que resbalan y manos que esquivan.
Soy artificial y esto no es poesía. Soy artificial y esto es realidad.
Soy uñas que rompen y arañan, la propia piel que las acompaña.
Soy precipicio en mis ojos, mar bravo que se escapa, pupilas inundadas. Busco un cómo y un porqué, no sé de suerte ni de excusas. Sé de piedras, sé de sombras, sé de puños cerrados, de miradas fugaces, sé de pasos que no vuelven, de finales fallidos, de piernas entreabiertas, de estampidas en el corazón.
Ayer descubrí que soy jueves.
Jadeos vacíos, Ultimátum a mí misma, Efervescencia sin previo aviso, Viento pegajoso, Eterno silbido ronco al oído, Sombra viuda sin su cuerpo.
Soy consuelo y soy historia, soy destierro y soy hogar.
Soy hiriente y soy caricia. Soy monstruo y soy humana. Quiero luna y soy lluvia; persigo al sol y soy noche. Soy recuerdo y abandono, soy recógeme, sálvame. Soy trozos esparcidos, perdidos en un fondo que no existe.
Soy colonia artística y soy caos salvaje, animalada. Soy unos labios que destiñen; ojos que resbalan y manos que esquivan.
Soy artificial y esto no es poesía. Soy artificial y esto es realidad.
Soy uñas que rompen y arañan, la propia piel que las acompaña.
Soy precipicio en mis ojos, mar bravo que se escapa, pupilas inundadas. Busco un cómo y un porqué, no sé de suerte ni de excusas. Sé de piedras, sé de sombras, sé de puños cerrados, de miradas fugaces, sé de pasos que no vuelven, de finales fallidos, de piernas entreabiertas, de estampidas en el corazón.
Ayer descubrí que soy jueves.
Jadeos vacíos, Ultimátum a mí misma, Efervescencia sin previo aviso, Viento pegajoso, Eterno silbido ronco al oído, Sombra viuda sin su cuerpo.
miércoles, 22 de febrero de 2017
Veintiocho de Febrero.
A pesar de ser el más pequeño, el menos indicado, el más dañado, el diferente, embustero. Febrero nunca llora. Sigue siendo fuerte. Sigue persiguiendo sus metas, sigue valiendo por dos; sigue viviendo.
Tiene el poder de amar. Sabe a té caliente. Amarga es su corteza, irrefrenable todo él. Humaniza. Rompe normas.
Subjetivo, luchador, valiente de historias calladas. Usado, antiguo, vivido, invisible. Posee la magia del frío del invierno y una ecuación causante de simbólicas figuras. Suaves rayos de sol acarician a cada hoja seca.
Vale por dos. Vale por los que le conocieron y ya no. Tiene carácter, es huracán. Le sobran días para derramar su esencia.
Adivina quién es febrero.
Te quiero.
(Sigue leyendo en la segunda entrada).
Tiene el poder de amar. Sabe a té caliente. Amarga es su corteza, irrefrenable todo él. Humaniza. Rompe normas.
Subjetivo, luchador, valiente de historias calladas. Usado, antiguo, vivido, invisible. Posee la magia del frío del invierno y una ecuación causante de simbólicas figuras. Suaves rayos de sol acarician a cada hoja seca.
Vale por dos. Vale por los que le conocieron y ya no. Tiene carácter, es huracán. Le sobran días para derramar su esencia.
Adivina quién es febrero.
Te quiero.
(Sigue leyendo en la segunda entrada).
Todo lo que tengo y todo lo que necesito.
Tengo un puñado de cartas, cuatro fotografías, un retrato, dos
libros, una dedicatoria, un cuadro, una rosa, una camiseta, una vela, tres
pasteles, canciones encontradas, un saco inagotable de sonrisas, un río de
lágrimas hacia el mar, ochenta y siete tés con amor; o desamor. Conversaciones
asquerosas y conversaciones de “párate tiempo”, abrazos impredecibles, mañanas
indiferentes, tardes sorprendentes, noches confortables, momentos estresantes,
palabras de consuelo, palabras edulcoradas, enfados inexistentes, hojas
pisadas, pisadas que crujen, piscinas poco usadas, helados de lugar inamovible,
teorías impracticables de pagar a medias, incertidumbre imparable al abrir un
regalo, un masaje para el alma, un acto con discurso, críticas de estilo, un
bolso viejo imprescindible, un trozo de pelo sin pelo, un móvil perfecto,
sucesos que se curan pero no se olvidan, heridas por besar y comprender, cuentos
¿contados?, días grises y días amarillos, un cactus sin piedad, pétalos
arrancados, borrones y no más cuentas; borrón y letra nueva, cuadernos vacíos,
películas salvavidas, llamadas desesperadas o llamadas “te necesito”, un lunar
en la cara, una mirada temeraria, una sonrisa telepática, una melena
ingobernable, un cuerpo cargado de quién sabe qué, recuerdos difuminados, mi
marca en las mejillas, fiestas casuales, chicos hirientes, chicos inexistentes,
chicos incompetentes, chicos tirita, chicos fugaces, chicos solo para. Finales
esperados, comienzos inesperados, conocidos enmascarados. Coches sin
parabrisas, esfuerzos recompensados, distancias conquistadas, puzzle con los
brazos, salvajes “no te vayas”. Inseguridad en vestidos, habitaciones caóticas,
habitaciones que resbalan, pasos insensatos, me doy media vuelta. Almohadas
compasivas, sábanas protectoras, deseos aún deseos, ilusiones perdidas. Maletas
implacables, collares enredados, bañeras sucias, un tocadiscos, viejos discos, gritos
inservibles, susurros penetrantes, paraguas abandonados, lluvia imperceptible,
viento invencible, niebla quebradiza, sol impalpable. Un pendiente cojo, ventanas entreabiertas,
puertas “prohibido el paso a personas no autorizadas”, sillas resentidas,
colchones moldeados, papeles quemados, polvo en las bombillas, luz gastada en
la noche, luna comestible, árbol arrugado, tronco milenario. Alas atrofiadas,
pájaros encarcelados, mosquitos insaciables, olor a libro nuevo, marcapáginas
improvisado, un sonido que interrumpe, pestañas que se mecen, soledad latente. Hielo
en el infierno, fuego en las pupilas, gestos impacientes, gestos indiferentes. Y todo lo que yo necesito, es que existas.
sábado, 7 de enero de 2017
Intimidad.
Voy a contar algo, aprovechando que esto cada vez tiene menos audiencia y me siento en la intimidad. Tengo la necesidad de hacerlo porque es un momento concreto que llevo dentro hace mucho.
Justo a la mitad de mi tratamiento con depresión y anorexia, hubo algo que me marcó. Fui a una de mis citas normales con el psiquiatra. Pero al pesarme, se alarmó estando yo en bajo peso considerable. Se puso muy serio, me pidió que por favor no me hiciera más daño, que estaba muy grave y que tendría que ingresarme. Al escuchar estas últimas palabras, automáticamente entré en un estado de shock descomunal. No era para nada consciente de lo que me estaba diciendo, para mí no era suficiente y no quería parar. Pero lo que de verdad me asustó es que cuando me dijo que me ingresaría, yo sonreí, no podía parar, como si me hiciera feliz. Estaba muy asustada y lo único que me salió fue sonreír. Hasta yo en ese mismo instante me instaba a dejar de hacerlo pero juro que no podía, me puse el escudo sin poder evitarlo. Tampoco podía hablar, recuerdo que el psiquiatra se alarmó pero si gesticulaba lo más mínimo explotaría a llorar. Al final le prometí que comería, que no vomitaría pero que no me ingresara. Tuve suerte, me hizo caso, y creo que hizo mal. Seguí al menos un año más y aún hoy me preparo a fondo para probar bocado.
Justo a la mitad de mi tratamiento con depresión y anorexia, hubo algo que me marcó. Fui a una de mis citas normales con el psiquiatra. Pero al pesarme, se alarmó estando yo en bajo peso considerable. Se puso muy serio, me pidió que por favor no me hiciera más daño, que estaba muy grave y que tendría que ingresarme. Al escuchar estas últimas palabras, automáticamente entré en un estado de shock descomunal. No era para nada consciente de lo que me estaba diciendo, para mí no era suficiente y no quería parar. Pero lo que de verdad me asustó es que cuando me dijo que me ingresaría, yo sonreí, no podía parar, como si me hiciera feliz. Estaba muy asustada y lo único que me salió fue sonreír. Hasta yo en ese mismo instante me instaba a dejar de hacerlo pero juro que no podía, me puse el escudo sin poder evitarlo. Tampoco podía hablar, recuerdo que el psiquiatra se alarmó pero si gesticulaba lo más mínimo explotaría a llorar. Al final le prometí que comería, que no vomitaría pero que no me ingresara. Tuve suerte, me hizo caso, y creo que hizo mal. Seguí al menos un año más y aún hoy me preparo a fondo para probar bocado.
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