Tengo un puñado de cartas, cuatro fotografías, un retrato, dos
libros, una dedicatoria, un cuadro, una rosa, una camiseta, una vela, tres
pasteles, canciones encontradas, un saco inagotable de sonrisas, un río de
lágrimas hacia el mar, ochenta y siete tés con amor; o desamor. Conversaciones
asquerosas y conversaciones de “párate tiempo”, abrazos impredecibles, mañanas
indiferentes, tardes sorprendentes, noches confortables, momentos estresantes,
palabras de consuelo, palabras edulcoradas, enfados inexistentes, hojas
pisadas, pisadas que crujen, piscinas poco usadas, helados de lugar inamovible,
teorías impracticables de pagar a medias, incertidumbre imparable al abrir un
regalo, un masaje para el alma, un acto con discurso, críticas de estilo, un
bolso viejo imprescindible, un trozo de pelo sin pelo, un móvil perfecto,
sucesos que se curan pero no se olvidan, heridas por besar y comprender, cuentos
¿contados?, días grises y días amarillos, un cactus sin piedad, pétalos
arrancados, borrones y no más cuentas; borrón y letra nueva, cuadernos vacíos,
películas salvavidas, llamadas desesperadas o llamadas “te necesito”, un lunar
en la cara, una mirada temeraria, una sonrisa telepática, una melena
ingobernable, un cuerpo cargado de quién sabe qué, recuerdos difuminados, mi
marca en las mejillas, fiestas casuales, chicos hirientes, chicos inexistentes,
chicos incompetentes, chicos tirita, chicos fugaces, chicos solo para. Finales
esperados, comienzos inesperados, conocidos enmascarados. Coches sin
parabrisas, esfuerzos recompensados, distancias conquistadas, puzzle con los
brazos, salvajes “no te vayas”. Inseguridad en vestidos, habitaciones caóticas,
habitaciones que resbalan, pasos insensatos, me doy media vuelta. Almohadas
compasivas, sábanas protectoras, deseos aún deseos, ilusiones perdidas. Maletas
implacables, collares enredados, bañeras sucias, un tocadiscos, viejos discos, gritos
inservibles, susurros penetrantes, paraguas abandonados, lluvia imperceptible,
viento invencible, niebla quebradiza, sol impalpable. Un pendiente cojo, ventanas entreabiertas,
puertas “prohibido el paso a personas no autorizadas”, sillas resentidas,
colchones moldeados, papeles quemados, polvo en las bombillas, luz gastada en
la noche, luna comestible, árbol arrugado, tronco milenario. Alas atrofiadas,
pájaros encarcelados, mosquitos insaciables, olor a libro nuevo, marcapáginas
improvisado, un sonido que interrumpe, pestañas que se mecen, soledad latente. Hielo
en el infierno, fuego en las pupilas, gestos impacientes, gestos indiferentes. Y todo lo que yo necesito, es que existas.
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