Sentada, sobre la última roca de mi acantilado personal. Me encuentro agazapada, pensando, deliberando, la cuestión es si fundirme o no con la oscuridad sin fin que allá abajo mi vista vislumbra. Un presentimiento recorre mi cuerpo, desde la uña de ese dedo pequeño inservible, desde la punta de mi cabello tan detestable, hasta el último de mis órganos vitales. Me corroe la pena, mis entrañas se pudren poco a poco, palidecen, como mi tez, simulando a un ser inerte, que dejó este mundo hace ya un tiempo considerable. Hablaba de mi presentimiento, el olvido me persigue, pues si yo misma soy olvido, quién tendrá la osadía de recordarme.
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