miércoles, 13 de enero de 2016

Duelo.

Sentirse el fracaso personalizado, es similar a la mayor de las torturas, que diariamente resurge desde lo más profundo de nuestro ser. No llegar ni siquiera a nuestras metas marcadas a la baja, quedarnos simple y llanamente en una limitación que somos nosotros mismos. Estamos manchados de las salpicaduras de desconfianza que nos rodean. Nuestra piel está cubierta de los rasguños de esa pesadumbre; ser víctimas de una desconfianza en nosotros mismos tan grande, que ni la autoestima o el orgullo por nuestra persona se dignan a contraatacar. Comienza el duelo interior.
El polvo se acumula en cada ángulo de nuestro cuerpo, como si de muebles viejos y olvidados hablara. Amarillean nuestras manos, tan poco acostumbradas al intento, al esfuerzo...Tan protegidas por la señora resignación, que todo lo cubre, que todo lo deja estar. ¿Hasta qué punto hemos de dejar actuar al destino en manos del tiempo? ¿Creemos acaso en el destino como dueño indiscutible de nuestras vidas? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario