jueves, 21 de enero de 2016

Mar.

Una lágrima delicada se deja caer, débilmente a través del tembloroso lagrimal, que abre sus compuertas dando paso a un llanto amargo e incontrolable. No hay piedad. Las pupilas cristalizadas, reflejan a la perfección mi fragilidad, fracturada, hecha añicos. De terciopelo las dulces mejillas, que soportan el peso de ese mar, agridulce, salado, gota a gota que cae dolorosamente para consumirse en unos labios que ya no saben sonreír. Teme el cuello que estas lágrimas dejen rastro en él, y su huella quede marcada de por vida, dejando toda su esencia, ya sin solución, pues nadie ha sido capaz de retirarlas antes de que llegaran tan lejos. El camino no toca a su fin. La cabeza, derrotada, desgastada,se encuentra hundida en la almohada ya cansada de tanto lamento, ejerce de desembocadura, pues empapada, siento la necesidad de darle la vuelta, para una vez más, no dormir sobre mi propio dolor. 


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