viernes, 22 de enero de 2016

Osadía.

 Sentada, sobre la última roca de mi acantilado personal. Me encuentro agazapada, pensando, deliberando, la cuestión es si fundirme o no con la oscuridad sin fin que allá abajo mi vista vislumbra. Un presentimiento recorre mi cuerpo, desde la uña de ese dedo pequeño inservible, desde la punta de mi cabello tan detestable, hasta el último de mis órganos vitales. Me corroe la pena, mis entrañas se pudren poco a poco, palidecen, como mi tez, simulando a un ser inerte, que dejó este mundo hace ya un tiempo considerable. Hablaba de mi presentimiento, el olvido me persigue, pues si yo misma soy olvido, quién tendrá la osadía de recordarme. 

jueves, 21 de enero de 2016

Mar.

Una lágrima delicada se deja caer, débilmente a través del tembloroso lagrimal, que abre sus compuertas dando paso a un llanto amargo e incontrolable. No hay piedad. Las pupilas cristalizadas, reflejan a la perfección mi fragilidad, fracturada, hecha añicos. De terciopelo las dulces mejillas, que soportan el peso de ese mar, agridulce, salado, gota a gota que cae dolorosamente para consumirse en unos labios que ya no saben sonreír. Teme el cuello que estas lágrimas dejen rastro en él, y su huella quede marcada de por vida, dejando toda su esencia, ya sin solución, pues nadie ha sido capaz de retirarlas antes de que llegaran tan lejos. El camino no toca a su fin. La cabeza, derrotada, desgastada,se encuentra hundida en la almohada ya cansada de tanto lamento, ejerce de desembocadura, pues empapada, siento la necesidad de darle la vuelta, para una vez más, no dormir sobre mi propio dolor. 


viernes, 15 de enero de 2016

Manchas.

Me torturo, cansada de no vivir en paz. No puedo sentirme satisfecha conmigo misma, no consigo ser la mejor, no quiero. Aunque quiero serlo para mí, para mi madre al menos. Y soy lo peor. Me odio. Me produce un impulso de reír verdaderamente, inusual en mí, cuando dicen que los adolescentes pasamos por esta etapa de sentimientos irregulares, de pérdida, de no saber bien lo que somos o a dónde vamos. Pero en mi caso no es así. Llevo más de cinco años con un sentimiento de tristeza incrustado que no  lo arranca ni el mejor de los psiquiatras. Es un trabajo complicado si me tienen en sus agendas. No hay evolución, y nunca podré negar que lo intento, porque cada día trato salir de este estado, pero me es imposible. 
Hace tiempo, cuando estaba nerviosa (todo el tiempo), tenía la costumbre de rascarme todo el cuerpo. Esa es la explicación de unas manchas horribles y aparentemente inexplicables. He dejado de cortarme, o al menos lo hago con muchísima menos frecuencia, aunque lo pienso muy a menudo, y eso me aterra, porque creo que voy a caer y tengo que sujetarme demasiado. Ánimo, no sé qué más decirme, y no sé bien si esto último servirá en demasía.


miércoles, 13 de enero de 2016

Duelo.

Sentirse el fracaso personalizado, es similar a la mayor de las torturas, que diariamente resurge desde lo más profundo de nuestro ser. No llegar ni siquiera a nuestras metas marcadas a la baja, quedarnos simple y llanamente en una limitación que somos nosotros mismos. Estamos manchados de las salpicaduras de desconfianza que nos rodean. Nuestra piel está cubierta de los rasguños de esa pesadumbre; ser víctimas de una desconfianza en nosotros mismos tan grande, que ni la autoestima o el orgullo por nuestra persona se dignan a contraatacar. Comienza el duelo interior.
El polvo se acumula en cada ángulo de nuestro cuerpo, como si de muebles viejos y olvidados hablara. Amarillean nuestras manos, tan poco acostumbradas al intento, al esfuerzo...Tan protegidas por la señora resignación, que todo lo cubre, que todo lo deja estar. ¿Hasta qué punto hemos de dejar actuar al destino en manos del tiempo? ¿Creemos acaso en el destino como dueño indiscutible de nuestras vidas? 

martes, 12 de enero de 2016

Al vacío.

Aturdida, rendida, huesuda, aunque inconsciente de esto último. Me consume el tiempo pero es inevitable, pues aquí nadie se libra de él. Pesadillas en las que me ahogo, ya ni siquiera dormida escapo de mí, el tumulto me persigue, el llanto no me abandona, y el cielo no se apiada de mi persona. 
¿Qué hice? ¿Qué no hice? No logro recordar el hecho que ha dado como resultado este sanguinario castigo, que ni a mi alma libera. Exprimir tantas vivencias como caos hay en mis momentos. Extraer tantos instantes como muerte siento a cada hora. Desear tanto, tanto... la mismísima nada. Ironía, es temer a la oscuridad cuando era pequeña, y ahora me encuentro deseando vivir en ella con todas mis fuerzas, empleando hasta el último suspiro. Ya no veo la luz. Ya no hay luz. Camino a tientas por la senda de mi propio olvido topándome, en ocasiones, con un recuerdo marchito, con una voz que se congela al vacío.