Estoy perdidas, mis ojos no lloran pero me arden, de tanto contener lo que es el jugo de mi dolor. Ya no queda fuerza dentro de mí para sonreír, tuerzo los labios de una manera extremadamente intencionada para sacar un hilo de falsa alegría a través de ese delicado gesto en mi cara. Todo se desmorona, no tengo esperanza, estoy totalmente vacía, ya no hay nada que me mantenga, ya no veo ni escucho, soy sorda y ciega, estoy tan hundida que el eco de las voces ajenas no llega a tal profundidad. Estoy tan destrozada que no existe nada que pueda recomponerme totalmente, arreglarme, cambiarme, hacer que nazca otra vez, siendo consciente de mis errores o de mi mala vida, o de mi diferencia de ser, para poder modelarme, para poder ser como todos, para reír por nimiedades, para llorar por tonterías creyendo que son problemas de verdad, para ser inocente y no saber nada de la vida o del sufrimiento llevado a tal extremo. Me gustaría ser normal, aunque ya no hay vuelta atrás. Aunque quizá nunca hubo opción de cambiar, porque nací así, no me hicieron así. O en algunos aspectos sí. Sola, siempre sola, pero muy sociable, muy abierta, pero nada importante saldrá de mi boca. Muy transparente, pero nunca lloraré si no es necesario o indispensable, inevitable, hay muchos adjetivos para tan poco conocimiento de lo que siento, es tanto en tan poco, que no lo entiendo, o puede que lo entienda, pero es demasiado complejo y no lo acepto, no me creo que tenga semejante cantidad de cosas dentro, de daños, de palabras, de actos, de miradas, de golpes, de silencios, de oscuridad, de miedo, de euforia, de resignación, de impotencia, de timidez, de soltura, de comprensión, de madurez, de diferencia, de anomalía.
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