Cuando estoy bien demasiado tiempo, (con demasiado tiempo me refiero a demasiadas horas), sé que volveré a caer en la noche. Porque en realidad no estoy verdaderamente, puramente bien. Siempre hay algo dentro de mí que me angustia, siempre engaño y siempre finjo, intuitivamente, automáticamente. Todo acaba en -mente. Porque son adverbios de modo. De mi propio modo. No me considero egoísta. Por un lado, no he dejado aún este mundo tan sólo por los lazos personales. Pero tengo miedo de que un día eso me de igual, que me sea indiferente, que mire por mí y por mi sufrimiento.
Esta mañana, iba caminando por la calle, y me paró un señor, de estos que van repartiendo folletos sobre su religión. (En este caso, los testigos de Jehová). Me explicó algunos temas religiosos y después me preguntó que si creo que tiene que haber un fin, un final para el dolor, porque los humanos no sabemos encontrarlo, y porque tiene que ser Dios el que decida cómo y cuando. Yo reí para mis adentros. Pensé... algo como... "No sabes con quién estás hablando, como que no he pensado o buscado yo un final tantas veces". Pero soy demasiado respetuosa. Me limité a contestar... "¿Porqué no? Entonces el hombre se sorprendió ante mi inusual respuesta, sonrió sin saber lo que decir y cerró la conversación diciendo... "Tome el folleto y léalo despacio, gracias". Bonita forma de comenzar la mañana. Tened un buen domingo, y ánimo a todos con vuestra semana de cinco días. Podéis.
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