"No permitas que el dolor, la tristeza, la soledad, el odio, la inseguridad, el resentimiento, los celos, el rencor, y todo lo que pueda sacar el brillo de tus ojos, destruya la pureza dentro de tu alma."
lunes, 6 de enero de 2014
Colegio.
Siempre me he preguntado el porqué. Pero hay algo que recuerdo con cierto cariño, delicadeza y misterio de cuando era realmente pequeña, de cuando comencé a aprender a escribir y leer. O simplemente a dibujar algo que tuviera la apariencia de lo que realmente era. Vivía bastante cerca de mi colegio. Y cada día, mis hermanos se iban juntos a las nueve menos diez de la mañana. Unas veces se iban juntos, otras acompañados por alguna mujer que trabajara en esos tiempos en casa, otras iban a la puerta de algún vecino que tuviera hijos, y se iba, todos juntos, y otras los llevaba mi madre en coche. Todos los niños lo hacían así. En cambio siempre me gusta recordar esa diferencia. Yo salía a las nueve menos cuarto, sola. Me tomaba mi tiempo. Siempre andaba de la misma forma. Me gustaba mirar al suelo y dar pasos enormes. Daba pocos pasos y todos eran realmente amplios, a veces llegaba a caerme, pero era pequeña y era algo tierno. Muchas veces hacía eso, y otras, me dedicaba a ir bailando durante todo el camino. Era como mi momento del día, únicamente para mí, sin ninguna vigilancia. Llegaba siempre muy puntual, y siempre una profesora me decía "Cris, ¿Hoy también vienes solita cariño? Eres muy lista." Esas palabras solían ser exactas, por eso las recuerdo tan bien. Entrábamos a clase, la profesora proponía algún juego o actividad, y recuerdo que yo siempre me iba sola a la mesa más alejada del fondo, para dibujar, o simplemente para observar a los demás sin hacer ningún tipo de gesto o palabra. El día transcurría y yo estaba bien dentro de esa soledad. Supongo que de alguna manera siempre estaba acostumbrada a no encajar, aunque no hacía nada para cambiar eso. Tampoco quería, me gustaba ser diferente. Porque todas las niñas hablaban de cosas que no me interesaban en absoluto o que no tenían importancia. Siempre fui demasiado madura, y eso hizo que mi persona nunca haya sentido lo que es jugar con más de tres personas, disfrutando de verdad y sin pensar en ser inferior.
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