jueves, 17 de abril de 2014

Timón.

Hoy ando sin rumbo, desorientada, desconcertada, asustada, de todo, de mi porvenir, de mi pasado irreparable, de mi futuro indeseable. Y este es justamente el problema. Quiero ser feliz, quiero amarme, quiero gustarme, quiero notar mis huesos, quiero ser tan delgada que tenga miedo a romperme, quiero pesar menos de cuarenta y ocho kilos. No quiero tener depresión, ni impulsos nerviosos, ni ser obsesiva compulsiva, ni estar al borde de un trastorno de la personalidad. Ni quiero vomitar varias veces al día por necesidad y no por capricho. Quiero dejar de tomar pastillas para sentirme más calmada y estabilizar mi ánimo.Quiero abandonar la devastadora sensación de placer al sentir hambre, al sentir que mi estómago ruge, y grita por algo con lo que saciarse. Es interminable, siento que ya no se puede curar algo tan profundo como esta enfermedad tan compleja con tantas ramas que cortar. 


lunes, 14 de abril de 2014

Apuro.

Quiero avanzar dentro de mí, sentir que voy hacia delante, sentir que salgo por mi ombligo por mi obvia negación a resignarme a los límites físicos de mi ser. En estos momentos me siento ambiciosa, y al mismo tiempo siento el mismo mar dentro de mí, el oleaje, las olas chocan, se estrellan contra mis pupilas, mis párpados pesan y sienten picor por tal cantidad de sal y dolor albergado. Creo que en cualquier pestañeo comenzaré a llorar, por eso con extrema prisa y gran coraje, me apuro a escribir estas líneas, antes de que el nudo de mi garganta se apodere de mí y haga que desconecte total y literalmente de este mundo.




sábado, 12 de abril de 2014

Padecer.

¿Acaso soy veneno para las almas sanas? Ya ni siquiera tengo un concepto definido de lo que es sano o no. Cada día confirmo más rápidamente mi pensamiento de que lo único por lo que estamos aquí es por el amor hacia las personas, por querer, que nos mantienen. ¿Deprimente verdad? Porque a veces pienso que tendríamos que estar aquí por nosotros mismos. Esta última afirmación puede ser un tanto egoísta, pero si nos odiamos y queremos desaparecer por tanto dolor que padecemos, me parece un razonamiento humilde. 



jueves, 10 de abril de 2014

Alentar.

Está siendo una semana tranquila, aunque cuando hago este comentario, es porque en el transcurso de estos días simplemente he deseado morir, pero no he efectuado nada físico contra mí, ni he intentado acabar conmigo. Especialmente quiero alentar, animar, y haceros cómplices de este intento de alargar la calma, de evitar el ir a más. Lloro porque echo de menos a las personas que se fueron de mi vida y que formaban parte de ella cada día. Es normal llorar por esto, pero es injusto.

domingo, 6 de abril de 2014

Contradicción.

No es que tenga este espacio a un lado, apartado, sino que a mí misma me tengo apartada, y al mismo tiempo tan fusionada que lucho contra mi propia yo, que no sabe a qué parte de mí hacerle caso, si a la que quiere mantenerse por los demás, o a la que desea con su último suspiro el marchas de este horripilante infierno que tiene en su alma, y que le duele tanto tanto, que acabaría con ella con extrema urgencia. Soy tan reflexiva que me contradigo a mí misma cientos de veces, y eso me molesta, me frustra, porque cuando creo que algo es correcto a los pocos segundos me pongo en contra de mi propio pensamiento, demostrándome que sé perfectamente lo incorrecto que es.
Numerosas veces me he sentido dependiente, me he sentido extraña, y he sentido pánico al sorprenderme pensando en morir para obtener a cambio la certeza eterna de que me quieren. 
El pelo se me vuelve a caer, la caída vuelve a verse en mí, y en mi opinión claramente personal, no es de estrés, porque tengo que admitir que estoy más relajada últimamente con los antidepresivos, así que creo que es de tristeza, o de reprimir tanto, o de conservar en mi interior tan mínimas esperanzas de salir adelante.


martes, 1 de abril de 2014

Tropelía.

Hoy mi ser me arrastra al infierno, al abismo que tanto me acecha, que tanto me espera y me acaricia con maligna ternura. Ayer cometí una tropelía, quería morir, definitivamente, y lloré, lloré y tragué como una bestia todas las pastillas que vi a mi alcance, hice mi propia y particular mezcla, poderosa y grande, me tomé las cien pastillas, una por una, lentamente. Luego escribí a mis padres que les quería mucho, pero antes de intentar secar mis lágrimas y rendirme ante el mundo y dormir, visualicé como tantas otras veces a las personas a las que amo, sufriendo. Me levanté de la cama temblando y lo vomité absolutamente todo. Como si nada hubiera pasado. Prefiero sufrir yo a que alguna otra persona sienta un dolor semejante al mío.