Creo firmemente que el agradar a las personas está en nuestra mano. Que la sinceridad es buena pero administrada con suavidad y delicadeza. Somos muy frágiles, tanto física como psicológicamente. La dureza de cada palabra dependen de la fuerza de voluntad que pongamos en ello. Una fuerza que nos motiva y anima en cada paso, sea para el bien o no.
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