Sabemos lo que queremos, pero muchas veces no lo admitimos o simplemente no lo queremos ver. Ocultamos la tristeza, las lágrimas, detrás de sonrisas o palabras tranquilizadoras. A veces damos con la persona que nos conoce, a la que no engañamos, y aún así seguimos negando la realidad. Tan solo cuando más desamparados y peor nos sentimos...Es cuando recurrimos a esa íntima persona para llorar. Ojalá tuvierais la capacidad de escuchar vuestra propia risa con eco... Os puedo decir que es una sensación perfecta.
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