Bajé del coche, corrí, tanto que ni sentía las piernas, ni tenía aliento. Pero es que las ganas de abrazarla, superaban las de respirar.
Y la vi.
No me lo creía, ella y yo, contacto físico, ese en el que durante seis largos meses, estuvimos esperando.
Me sentía querida, me sentía eufórica, emocionada, sentía hasta que podía rozar el cielo. El mundo se paró, lo demás no importaba. Era ella. Era yo. Éramos las dos juntas. Éramos nosotras.
Nos fundimos en un abrazo, ese abrazo que nos dio fuerza suficiente como para poder mirarnos a los ojos y creernos lo que realmente estaba pasando. Chillábamos, como dos niñas cuando ven que debajo del árbol hay regalos. No hay suficientes comparaciones para definir qué sentimiento era ese.
Me emocioné tanto, que nos estábamos fumando un cigarro, y le acaricié el brazo, le miré a los ojos, y mi cara lo decía todo. No podía estar de pie. Eran demasiadas emociones. Y mientras el cigarro se consumía, nosotras nos consumíamos en un abrazo.
Nunca olvidaré esos abrazos, esos besos en el hombro que tanto me enamoraban, esos batidos de chocolate que al principio no quise probar y que ahora no puedo dejar de tomarlos, esas caricias, esas risas, ese parque, esas preocupaciones, esas lágrimas y... esa despedida.
Tengo el enorme placer de decir que una chica me ha cambiado la vida. Que esa chica vale más que todo el oro del mundo, que simplemente no tiene precio. Envidio a la gente que la puede ver cada día. No sabéis el grado de admiración que le tengo. Es mi ángel. Es mi vida.
Hola, he llegado a tu blog y me gustaría mucho que te pasaras por el mío y dejaras tu opinión.
ResponderEliminardimetodoloquefuimos.blogspot.com
Un abrazo.
Claro cariño.
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