martes, 25 de noviembre de 2014

Manchada.

Es incierto el camino que tomaré, pero no el que he de tomar. Es incierto porque en cierto modo no depende de mí. No controlo ya mi pesar, el gran demonio de mi ser, se agarró a mí con tanta fuerza que somos uno solo. Lo que amo de mí es que sólo me daño a mí misma, no me permito arrebatar un pedazo de vida a las almas que conviven a mi lado. Llego poco a poco al final de la cascada, y mi caída no es profunda, no es dura, no es vertiginosa comparada con lo vivido. ¿Un consuelo? Tal vez. 
Mi carencia de mí, es total, no me tengo, no me poseo, me lloro, me siento, me mantengo y dedico cada día a cuidar tan delicadas ruinas, que tan bruta y devastadoramente  fueron derribadas, destruidas ante mí, ante mi inocencia manchada, mi ignorancia marchita. Qué triste es no acordarse de cómo empezó todo, del origen, por la cruda razón de los años años pasados, de la corta edad, de la antigüedad de los recuerdos que aún conservo como el diente debajo de la almohada que jamás puse.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Inofensivo.

Las garras de esta horrible enfermedad, últimamente me han llevado más hondo, y estoy peor de lo que me gustaría escribiros aquí. Mi peso disminuye, y noto que vuelve a florecer en mí ese miedo a comer, lo mental, lo letal, los huesos vuelven a sentirse. 
Mi tentación hacia la desconocida muerte ha sido mayor, pero sinceramente estos días estoy más estable. Este mundo es un gran interrogante, y yo no sé si para mí habrá una buena respuesta a toda mi lucha. Anteriormente me consolaba pensando que eran meses, pero a mis ojos se están convirtiendo en años, años eternos, y sigo adelante, sigo adelante cada día, pese a cada caía, cada rasguño en mi cuerpo, cada lágrima suplicando un final para este sufrir, un dolor indomable que ni yo controlo ni pretendo hacerlo. Cada intento de terminar conmigo ha sido un nuevo motivo de arrepentimiento al día siguiente cuando abriendo los ojos, me he visto despierta. Pero también orgullosa de mí, por vencer a aquello que tengo dentro, porque os cuento, os desvelo que en ocasiones me miro al espejo, a los ojos, y no reconozco mi mirada, y me doy miedo.
No me veo como algo inofensivo para mí.