Delicado y áspero a la vez, sentimiento de superación. Lo estoy haciendo, lo estoy consiguiendo. Temor, remordimiento; ¿Durará? ¿Lo mantendré como la guerrera que tantas veces me han dicho que soy? La claridad no está entre mis respuestas posibles.
Me comen los nervios por el conocer mi futuro, cómo saldré de esto, qué pasará. Quiero llorar, quiero bailar, quiero reír, quiero que me quieran, quiero que me necesiten, quiero estar sola, quiero que no me suelten.
Paro de escribir, hago una breve pausa, releo, sonrío, miro lo loca que estoy, la contrariedad de mis palabras, me conozco tan bien... Soy independiente, soy yo sola, soy Cristina, como siempre, pero necesito tener mi paracaídas para poder abrirlo justo antes de caer. Necesito saber que está ahí, incondicionalmente, que me lo merezco, que me quieren, porque yo amo, pero tantas veces lo recíproco me ha sido desconocido al paladar de mi alma, de mi sentir...
"No permitas que el dolor, la tristeza, la soledad, el odio, la inseguridad, el resentimiento, los celos, el rencor, y todo lo que pueda sacar el brillo de tus ojos, destruya la pureza dentro de tu alma."
sábado, 6 de diciembre de 2014
miércoles, 3 de diciembre de 2014
Nostalgia
Recuerdo como si fuera ayer, la madrugada de ese día en el que ni pude dormir. Salimos, en coche, a las cinco de la mañana. Recuerdo buscar con mucha desesperación esa casa, ese número, esa cara. Nos perdimos varias veces. Tenía el corazón en un puño. Ocho horas de camino inquietantes para ver esos ojitos que tanto había deseado mirar con atención y dulzura. Esa dulzura que transmite ella con solo su voz.
Bajé del coche, corrí, tanto que ni sentía las piernas, ni tenía aliento. Pero es que las ganas de abrazarla, superaban las de respirar.
Y la vi.
No me lo creía, ella y yo, contacto físico, ese en el que durante seis largos meses, estuvimos esperando.
Me sentía querida, me sentía eufórica, emocionada, sentía hasta que podía rozar el cielo. El mundo se paró, lo demás no importaba. Era ella. Era yo. Éramos las dos juntas. Éramos nosotras.
Nos fundimos en un abrazo, ese abrazo que nos dio fuerza suficiente como para poder mirarnos a los ojos y creernos lo que realmente estaba pasando. Chillábamos, como dos niñas cuando ven que debajo del árbol hay regalos. No hay suficientes comparaciones para definir qué sentimiento era ese.
Me emocioné tanto, que nos estábamos fumando un cigarro, y le acaricié el brazo, le miré a los ojos, y mi cara lo decía todo. No podía estar de pie. Eran demasiadas emociones. Y mientras el cigarro se consumía, nosotras nos consumíamos en un abrazo.
Nunca olvidaré esos abrazos, esos besos en el hombro que tanto me enamoraban, esos batidos de chocolate que al principio no quise probar y que ahora no puedo dejar de tomarlos, esas caricias, esas risas, ese parque, esas preocupaciones, esas lágrimas y... esa despedida.
Tengo el enorme placer de decir que una chica me ha cambiado la vida. Que esa chica vale más que todo el oro del mundo, que simplemente no tiene precio. Envidio a la gente que la puede ver cada día. No sabéis el grado de admiración que le tengo. Es mi ángel. Es mi vida.
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