lunes, 3 de junio de 2013

Diferentes.

Hoy voy ha hablar de lo que perdura, de todo aquello que se estanca para siempre en nosotros, todo aquello que llevamos dentro, arrastrando cada día en nuestro interior. Nuestra historia. A mi entender, lo que somos no siempre es lo que queremos ser. A veces, la acumulación de experiencias no dan paso a la experiencia y sabiduría; sino a la duda. Recientemente he vuelto a establecer contacto con una de mis más cercanas amigas. Me llamó la atención la facilidad con la que restablecíamos las conversaciones, las miradas, los gestos. Reservamos comportamientos y palabras especiales, únicas, singulares para cada de una de las personas que tenemos alrededor. Solo mostramos una parte de nosotros mismos, nos abrimos a las personas de confianza, pero no de manera igualada. Lo que en verdad es especial, es poder compartirlo todo con alguien. Ser uno. 
Admiro a las personas que se encuentran solas, heridas, dañadas consigo mismas. Admiro a esas personas que a le vez son las que más fuerza transmiten, las que más ayuda prestan, las que más se desviven por los demás, se preocupan, están siempre ahí. Puede que lo hagan porque ellos no lo tuvieron. Y saben que se pasa mal, no quieren que nadie más pase por su situación, no desean que las personas conozcan los sentimientos que ellos viven y sienten a través de su piel. No quieren que conozcáis el miedo, la rabia, el odio, la tristeza, la soledad, la depresión, la inseguridad, el subestimarse a uno mismo, la realidad. Muchas personas alejadas de la sociedad, diferentes, tienen un mundo dentro. Están escondidas, son muy grandes, en realidad son las personas que sacarán el mundo adelante.








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