domingo, 26 de febrero de 2023

Lealtad y Certidumbre.

Las lealtades son los lazos invisibles que nos vinculan a los demás. Lo mismo que los muertos a los vivos. Son promesas que hemos murmurado y cuya repercusión ignoramos. Fidelidades silenciosas, son contratos pactados las más de las veces con nosotros mismos, consignas aceptadas sin haberlas oído, deudas que albergamos en los entresijos de nuestra memoria. Me gusta quien elige con cuidado las palabras que no dice.
Las lealtades son las leyes de la infancia que dormitan en el interior de nuestros cuerpos, los valores en cuyo nombre actuamos con rectitud, los fundamentos que nos permiten resistir, los principios ilegibles que nos corroen y aprisionan. Nuestras alas y nuestros yugos. La vulnerabilidad mutua es una bonita forma de fortalecer cualquier vínculo y esto sólo se da a través de la confianza. 
No hay nada más liberador que la reciprocidad esa de exponer tus miedos y que el otro te exponga los suyos. En lo mutuo se encuentra la paz. Pocas cosas más bonitas hay que sentir que alguien te acepta incondicionalmente y te ama como eres, aun ayudándote a ser mejor persona, pero sin hacerte sentir poco valioso por el camino y sin hurgar en cada una de tus heridas. Supongo que eso es el amor. En todos los dibujos del ciclo del agua faltan las lágrimas.
Las lealtades son los trampolines sobre los que se despliegan nuestras fuerzas y las zanjas en las que enterramos nuestros sueños. Después de haberme dicho que los dragones no existen, me llevaste a tu guarida. Gracias. De entre todas las cosas, hay una de la que no se arrepiente nadie en la tierra. Esa cosa de haber sido valiente. 
Me hubiera agradado ofrecerte una novela amable como una nube esponjosa, pero quizá nunca escribiré obra semejante. De ahí que sólo puedo dedicarte este texto, trabajado por calles oscuras y parajes desconocidos, en contacto con gente terrestre, triste y somnolienta. Te ruego lo recibas como una prueba del gran amor que te tengo. Los seres humanos son más parecidos a los monstruos chapoteando en las tinieblas que a los luminosos ángeles de historias antiguas. Por eso, no verás aquí palabras doradas ni verás asomar el pie de plata de la felicidad, pero tú, que eres comprensiva y tan amiga mía, recíbelo como recibiste mis otros textos, escritos bajo mi mirada pensativa. Tu agrado será mi mejor regalo. 
La amistad es ante todo, certidumbre; y eso es lo que la diferencia del amor.