Sé que soy inmortal. Sé que no me desvaneceré como la espiral que en la noche traza un niño con un palo encendido. Veo que las leyes elementales nunca piden disculpas.
Existo como soy, eso es bastante. Si nadie en el mundo lo sabe, estoy satisfecha. Si todos y cada uno lo saben, estoy satisfecha. Hay dos mundos, y uno de ellos lo sabe, ese mundo soy yo misma. No sé si llegaré a donde quiero hoy, o dentro diez años, puedo resignarme con alegría, o puedo esperar con la misma alegría.
Los goces del cielo están conmigo y las tormentas del infierno están conmigo. Los primeros, los injerto y multiplico en mi ser… Las tormentas, las traduzco a una nueva lengua. Me importan poco las almas neutras y sonámbulas en vida, salgo de la cama por mi propia causa. Hago sonar el gong de mi propia rebelión, me uno a los fugitivos, aparto la neblina que a veces se instala en mi mente, me uno a aquellos que traman y conspiran.
Todas las verdades esperan en todas las cosas, ni se apresuran a pronunciarse ni se demoran. Lo insignificante es para mí tan importante como lo demás, ¿Qué puede ser mayor o menor que un encuentro con tu mirada? La lógica y los sermones jamás convencen, en la noche todo penetra con más intensidad.
La mirada de un perro hace que me avergüence de mi simpleza. He oído a la gente dar discursos sobre el principio y el fin, pero yo no hablo ni del principio ni del fin. Nunca ha habido más comienzo que el que hay en este instante, y nunca habrá más perfección que la que hay ahora, ni más cielo ni inferno que el que hay en mí. ¿Has creído alguna vez que la tierra es demasiado grande? ¿Te has sentido alguna vez como mota de polvo en la inmensidad? La tierra es un pequeño laberinto para los dioses, y tú, no eres mota ni eres polvo, eres una aventura por vivir.
Creo que una hoja de hierba no es menos que el trabajo realizado por las estrellas. Y que la hormiga es igualmente perfecta que un grano de arena, y que la articulación menor de mi mano puede humillar a todas las máquinas, y que la vaca paciendo con la cabeza baja supera a cualquier estatua, y que yo podría ir todas las tardes de mi vida a ver cómo hierve la tetera que te serviré de un momento a otro.
Si yo no fuese yo, estaría privada y castigada por la vida, al no haberte podido conocer.