A veces me muero de ganas por ser alguien normal. Sé que nadie es normal pero me encantaría tener problemas de adolescente medio. Novios, amigas, fiestas. Novios, amigas fiestas.
Daría lo que fuera por ser capaz de salir sin dificultad de casa, por dejar de fingir sin miedo que estoy feliz. Por dejar de sonreír a la fuerza para que los demás no noten que estoy hecha mierda.
Me encantaría no haber perdido mi adolescencia. Mataría por desconocer el significado de las palabras depresión, anorexia, bulimia, divorcio, atracón, autolesión, suicidio. Me encantaría volver atrás y frenarme cuando hice mi primera dieta. Un tomate al día durante un mes. Me encantaría quitarme el cuchillo de las manos cuando me corté por primera vez. En el baño verde de mi casa de al lado de mi cuarto. Sólo quería ver sangre y sentir algo, sentirme viva.
Desearía haber podido esconderme la báscula antes de cogerla y pesarme cinco veces al día, ojalá pararme al darme puñetazos en la tripa, al palparme los huesos y sentir que estaban gordos, al tapar mi espejo todas las noches para no verme reflejada al ponerme el pijama.
Ojalá alguien me hubiera dicho que me quería, ojalá alguien hubiera estado conmigo cuando estaba sola cada día.
Daría todo lo que tengo porque alguien, o yo misma, me hubiera parado aquella vez que me tomé un bote entero de pastillas para luego vomitarlas involuntariamente. Ojalá , me hubiera sentido valiosa antes de llorar cada noche deseando no volver a despertar. Ojalá no hubiera una marca permanente en mi mano derecha, característica de la bulimia, por el vómito provocado. Nadie excepto mi psicólogo sabe de esa marca. Ojalá volver a reconocer mi mirada ante un espejo, ojalá reconocerme, no tenerme miedo.
Ojalá haber sido una niña normal y poder experimentar el jugar con otras niñas, el tener amigas en el colegio. Ojalá haber sido otra. O no haber sido.
Ojalá.